Alejandro fue una persona de carácter sencillo, maneras afables y vida familiar tranquila.
[1] Tras una educación marcada por lo militar y sus duras experiencias durante la Primera Guerra Mundial, en la que acompañó a las tropas serbias, durante la década de 1920 desarrolló una marcada inclinación por el ejercicio personal del poder, un disgusto por las instituciones elegidas y un rechazo a las críticas, que se acentuó durante el último periodo de su reinado, su dictadura (1929-1934).
[1] Intentó lograr la unificación efectiva de Yugoslavia por la fuerza, tras haber contemplado la incapacidad del régimen parlamentario para acabar con las disputas y llevar a cabo políticas de reforma que se consideraban necesarias.
Su intento de unificación forzada fracasó, dejando sin resolver los graves problemas políticos que acuciaban al país.
[3] Alejandro, el menor de los hijos varones,[3][4] pasó su niñez en Montenegro y estudió en Ginebra.
[3][5] Al principio, mantuvo buenas relaciones con la Mano Negra, cuyos ideales nacionalistas compartía.
[6] Por influencia de Dragutin Dimitrijević, fue nombrado inspector general del Ejército, con el que deseaba estrechar lazos.
[6] Pronto formó en torno a sí una camarilla de oficiales que le eran afines.
[6] Esta camarilla, organizada por el jefe de la guardia real Petar Živković en la Mano Blanca, se enemistó con los oficiales, más influyentes, que encabezaba Dimitrijević.
[8] El regente Alejandro fue jefe del Real Ejército Yugoslavo durante la Primera Guerra Mundial, y aunque en 1914 sus tropas lograron repeler a las fuerzas austrohúngaras, finalmente fueron derrotadas al año siguiente y tuvieron que retirarse a Corfú, cruzando Albania.
[9] En realidad, su mando era teórico y las operaciones dependían del mariscal de campo Radomir Putnik.
[10][11] Luego el Ejército Real Yugoslavo se reagrupó y participó en la ofensiva aliada desde Macedonia en 1918.
[15] Alejandro se fue convenciendo de la imposibilidad de mantener el régimen parlamentario, cada vez más claramente insatisfactorio para resolver los graves problemas del país, aunque sus propias acciones no favorecían el funcionamiento correcto del sistema político.
[14] El 20 de junio de 1928, el parlamentario croata Stjepan Radić recibió un disparo en el Parlamento por parte del parlamentario radical serbio Puniša Račić, que además mató a otros dos representantes croatas.
Los empleados públicos fueron presionados para que votaran por los candidatos oficialistas y el rey designó a la mitad de la Cámara Alta del Parlamento.
[25] Se mantuvo firme ante las pretensiones italianas de influir en la política balcánica y, al final de su vida, llevó a cabo un acercamiento a Bulgaria, tradicional enemigo por la disputa por Macedonia que parecía bien encaminada cuando fue asesinado.
Habiendo muerto tres familiares suyos en días martes, el rey era supersticioso en aparecer en eventos públicos los martes, no obstante, al no tener otra opción, tuvo que romper su propia costumbre ese día.
Dos mujeres espectadoras también murieron a causa de los disparos, aunque se cree que pudieron ser heridas accidentalmente por los propios policías franceses.