[1][2] A partir de ese momento se desató una oleada reivindicativa con numerosas huelgas e incendios y destrucciones.Pronto entraron en acción grupos paramilitares de falangistas, por un lado, y otros organizados por la izquierda obrera, con enfrentamientos armados entre ellos.Además, ese estudio constata que el número de víctimas mortales causadas por la violencia política fue disminuyendo en esos cinco meses.[21] Al plan de Mola ya se habían unido José Calvo Sotelo y su partido, Renovación Española.El segundo modelo incluía aquellas provincias que tenían unidades militares pero en las cuales no se contaba con un apoyo amplio de sus mandos.Sin saber muy bien qué hacer, alguien propuso ir a casa del líder de Renovación Española, Antonio Goicoechea, pero este no se encontraba en su domicilio.Sin embargo, según Luis Romero y otros historiadores como Hugh Thomas, la fecha que aparecía en el radiograma era la del sábado 18 de julio y la sublevación se adelantó en Melilla porque los conjurados se vieron obligados a ello para evitar ser detenidos.Mientras tanto, el coronel Seguí se dirigió al despacho de Romerales y entró allí pistola en mano.El quinto jefe, Romero Basart, se había opuesto a la rebelión y logró huir al Marruecos francés.Al caer herido de muerte, Balmes echaba la culpa, casi personalizando, a "esa maldita pistola"».Gracias a que las dotaciones de esos barcos se rebelaron contra sus oficiales, que estaban comprometidos en el golpe, los sublevados no pudieron disponer inicialmente del Ejército de África, compuesto por la Legión Extranjera y los regulares (tropas formadas por marroquíes mandados por oficiales españoles).[103] En el bando opuesto murieron un total de 13 personas, incluyendo tanto bajas en combate como civiles linchados por partidarios del Gobierno.Varela inmediatamente bloquea el istmo que une la ciudad con tierra firme, se apodera de la emisora Radio Cádiz y ordena disparar contra los edificios del Ayuntamiento y del Gobierno Civil pero no consigue que el gobernador civil, Mariano Zapico Menéndez, militar retirado, se rinda.Los obreros y fieles a la República organizaron la resistencia en el Barrio del Albaicín, logrando resistir durante varios días los ataques de los rebeldes.Así las fuerzas sublevadas comandadas por el teniente coronel Huerta Topete acabaron rindiéndose, y tanto la ciudad de Almería como su provincia permanecieron leales.[124] En San Sebastián, en cambio, la situación estuvo indecisa al principio a causa de la indecisión del gobernador militar, el coronel León Carrasco Amilibia.[137] En el último minuto ni siquiera se sabía quién dirigía la sublevación en Madrid, si Fanjul, García de la Herrán o Villegas.Los guardias civiles lograron salvar a parte de los sitiados, incluido el general Fanjul, que sería juzgado y fusilado por traición.Finalmente las tropas leales al gobierno enviadas desde Madrid tomaron la ciudad, desatándose una fuerte represión y motines populares que produjeron la quema de algunas iglesias.Como no les llega la ayuda solicitada al general Franco en Tetuán los sublevados se rinden y el teniente coronel Martínez Moreno es fusilado.Los otros siete submarinos también quedaron del lado gubernamental cuando fracasó la sublevación en las bases navales de Cartagena y Mahón.Así fue como la base y los tres buques de importancia que había en ella se unieron a la sublevación.[181] El presidente del gobierno Santiago Casares Quiroga ―que estaba pendiente de que el presidente de la República Manuel Azaña aceptara la dimisión que le había presentado tras producirse el asesinato de José Calvo Sotelo el día 13: «Si aceptara la dimisión que me ha presentado Casares, sería tanto como entregar su honor a la maledicencia que lo acusa», le comentó Azaña a Diego Martínez Barrio―[182]tuvo noticia del levantamiento de Melilla al anochecer del viernes 17 gracias al general Pozas, inspector general de la Guardia Civil, con quien habían podido contactar miembros del cuerpo destinados en Marruecos que habían permanecido leales —según Stanley G. Payne, Casares Quiroga se enteró nada más producirse la sublevación y, tras informar a Azaña, reunió a las seis de la tarde al Gobierno al que solo informó al final marchándose a continuación—[183].[197]Según el historiador José Luis Martín Ramos, Casares Quiroga y Azaña cometieron su «definitivo error» al negarse «a entregar armas a las organizaciones obreras y hacerlas partícipes de manera directa en la lucha, algo que aquel 18 de julio quedó ya en evidencia que se haría imprescindible».[236] El historiador británico Hugh Thomas (en una obra actualizada publicada en castellano en 1976) considera que «los medios constitucionales de oposición al alzamiento constituyeron un fracaso.En el momento decisivo estos políticos se negaron a apelar al pueblo... para la defensa armada de la República.Se negaron a entregar las armas de procedencia militar que las organizaciones del proletariado, partidos y sindicatos, reclamaban... e impidieron en muchos casos que los gobernadores civiles y otras autoridades subalternas se pusieran decididamente al frente de los movimientos defensivos populares.[233] Gabriele Ranzato (en una obra publicada en 2014) coincide con Casanova aunque incluye un «quizá»: «Las fuerzas armadas, o de orden público, fueron quizá más decisivas que las milicias populares para vencer la rebelión en las principales ciudades donde pudo ser sofocada —Madrid, Barcelona, Valencia, Málaga, San Sebastián, Murcia, Badajoz—, como evidentemente lo fueron allí donde —Bilbao, Santander— no hubo ningún intento de sublevación».[248] Los rebeldes controlaban grandes áreas cerealísticas, pero la industria, tanto pesada como ligera, seguían en manos de la República.En la sentencia en que fue condenado nada más finalizada la guerra civil el socialista jefe del Servicio de Investigación Militar (SIM) en Madrid Ángel Pedrero García se decía lo siguiente:[264]
El general
Emilio Mola
, "el Director" de la conspiración, hacia 1930.
Infografía que narra el cruce del estrecho de Gibraltar por algunas unidades sublevadas del Ejército de África entre el 18 y el 20 de julio de 1936.
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Mapa de los principales combates en Sevilla y alrededores entre el 19 y el 23 de julio.
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Hotel María Cristina, San Sebastián. En él se concentraron los partidarios de la rebelión en julio de 1936, siendo derrotados.