Campaña de Vizcaya

Su posesión era elemental para ambos bandos, tanto por su situación estratégica en la franja cantábrica, controlada por la República, como por sus industrias pesadas y fábricas de armas.

Vizcaya era una de las tres que formaban el País Vasco, Euskadi o también conocido como Provincias Vascongadas.

El Ejército Republicano del Norte se encontraba al mando de Llano de la Encomienda,[nota 1]​ pero esta dirección era más nominal que efectiva, si bien existían tres agrupaciones distintas (y con poca cooperación entre ellas) que respondían por los territorios republicanos del norte: Asturias, Santander y Vizcaya.

De estos, 27 batallones estaban formados por nacionalistas vascos, 8 por socialistas, mientras que el resto era una mescolanza entre comunistas, juventudes del JSU y anarquistas.

Sin embargo, fueron precisamente los propios encargados del diseño quienes, con su traición, hicieron posible su fracaso.

Murga y Anglada fueron fusilados después de ser descubiertos intentando entregar planos a agentes rebeldes.

Esta división comprendía 18 000 hombres, divididos en cuatro brigadas, dirigidas por los coroneles García Valiño y Alonso Vega, entre otros.

Ante la posibilidad de quedar aislados y caer vivos ante el enemigo, los vascos se retiraron desordenadamente, dejando 600 muertos.

[8]​ En vista de la dura resistencia ofrecida por los republicanos, Mola decidió detener las operaciones, aprovechando la llegada del mal tiempo y reorganizar sus tropas; el general Von Sperrle se quejó ante esta medida.

[10]​ También llegó a Bilbao el general Vladimir Gorev, destacado militar soviético, que ya había jugado un importante papel en Madrid, aunque su llegada y la de otros militares soviéticos no pareció mejorar excesivamente las cosas.

[12]​ Ahora los comandante vascos estaban deseando retirarse a las buenas trincheras del Cinturón de Hierro, aunque el estado mayor en Bilbao mostró apatía ante la situación.

Existía un clima de pesimismo[nota 4]​ y pánico ante lo que se identificaba como una derrota general.

Los cazas Heinkel He 51, entretanto, disparaban en vuelo rasante a las tropas y civiles que huían del lugar.

[13]​ Entre tanto, el mal tiempo había venido retrasando las operaciones de Mola contra Bilbao.

No obstante, aún se produciría un acontecimiento preliminar al último acto en la campaña del País Vasco.

Al anochecer, los coroneles García Valiño, Bautista Sánchez y Bartomeu, con tres de las seis brigadas navarras, alcanzaron la célebre línea defensiva.

Algunas bombas incendiarias cayeron en un cementerio cercano, dando lugar a una macabra escena con los muertos resucitados.

A pesar de la fortaleza, largamente explotada por la propaganda republicana, fueron precisamente los propios encargados del diseño quienes, con su traición, hicieron posible su fracaso.

Anteriormente los oficiales Murga y Anglada ya habían sido fusilados después de ser descubiertos intentando entregar planos a agentes rebeldes.

De golpe comenzó la confusión por todos lados en medio del humo y el movimiento enemigo, y los batallones vascos se vieron atenazados por el temor de verse rodeados, por lo que emprendieron la retirada.

Prieto cursó órdenes precisas del ministerio de Defensa a tal efecto.

A pesar del avance franquista, no se produjeron bombardeos aéreos sobre los convoyes republicanos en retirada: estos ya habían aprendido las lecciones de Guernica y Málaga, unos meses atrás.

El avance sublevado se siguió durante todo ese día; La división de Putz sufrió graves bajas intentando detenerlo.

[22]​ Dentro de Bilbao, los hombres y el material bélico eran evacuados por ferrocarril o por las últimas carreteras que conducen a Santander.

[30]​ Solamente el C-6 que estaba mandado por un oficial ruso, plantó cara a la Armada franquista.

Al Seven Seas Spray le siguieron otros mercantes y un nuevo intento del crucero "nacional" Almirante Cervera por detenerlos fue de nuevo frustrado por un acorazado y varios destructores de la Royal Navy.

El ataque fue realizado por doce Savoia-Marchetti S.M.81 italianos que causaron una gran destrucción y las víctimas, cuyo número superó las 250 personas, fueron en su mayoría civiles, muchos de los cuales estaban asistiendo a misa a primeras horas de la mañana.

"Era la primera vez que de un modo tan violento se atacaba desde el aire, en Vizcaya, a una población situada en la retaguardia.

En alguno ocasión lo que lanzaban los aviones eran octavillas llamando a la rendición de la ciudad firmadas por el general Mola.

Como la repercusión internacional del bombardeo fue enorme, gracias especialmente a los artículos que escribió el corresponsal del The Times de Londres, George Steer, la propaganda franquista se inventó la patraña de que la ciudad había sido destruida por los propios republianos, mentira que se mantendría durante toda la guerra y durante prácticamente toda la dictadura franquista.

Ruinas de Guernica tras el bombardeo.
Una de las entradas al cinturón en Archanda
El acorazado Royal Oak visto por proa, fue uno de los buques de la Royal Navy que protegieron a los mercantes británicos que se dirigían a Bilbao
Fotografía aérea del bombardeo de Durango tomada por uno de los aviones italianos que perpetraron el ataque
Soldados del Batallón Amaiur compuesto por vecinos de Gabiria (Guipúzcoa) en 1937