Este último objetivo, que era el más importante, se cumplió plenamente porque la flota republicana se hizo a la mar en cuanto estalló la rebelión y en lugar de regresar cuando ya había sido sofocada el almirante jefe de la flota, Miguel Buiza, puso rumbo a Bizerta, en el Protectorado francés de Túnez.
[6] Estos le hacen llegar las llamadas "Concesiones del Generalísimo" en las que se promete a los militares republicanos "benevolencia... mayor cuanto más significados y eficientes sean los servicios que en estos últimos momentos prestan a la causa de España".
En su texto quedaba más claro aún lo que Franco entendía por "negociación": la rendición incondicional del "Ejército rojo", y sólo ofrecía benevolencia en las represalias tras la victoria.
[6] Al día siguiente tuvo lugar la entrevista con el socialista "antinegrinista" Julián Besteiro a quien Casado ofreció la presidencia de su proyectado Consejo Nacional de Defensa, pero Besteiro rechazó la oferta aunque aceptó integrarse en él.
Allí ordenó que se presentara el coronel Casado, como jefe del Ejército del Centro, para que le informara de la situación militar en la capital.
Casado le expuso las nulas posibilidades de las fuerzas republicanas para contener la previsible ofensiva del ejército franquista sobre Madrid, a lo que Negrín le contestó, según el testimonio del propio Casado: "estoy de acuerdo con su criterio, pero yo no puedo renunciar a la consigna de resistir".
[14] Tres días después Casado recibía un documento de los franquistas en el que se especificaban las "condiciones y el plan de capitulación" del ejército republicano.
El coronel Casado les dijo a los miembros de la quinta columna "que todo estaba preparado para el asalto a los reductos comunistas al grito de ¡Viva España y muera Rusia!".
Todos ellos, excepto el general Miaja, estuvieron de acuerdo con lo que el coronel Casado ya le había manifestado a Negrín en la reunión del día 12: que si el enemigo ("poderoso y con moral de victoria", en palabras del general Matallana) desencadenaba la temida ofensiva el ejército republicano no podría hacerle frente, por lo que había que poner fin a la guerra.
[22] Una decisión que, por otro lado, fue utilizada por los que estaban implicados en la conjura de Casado para desprestigiar a Negrín propagando la sospecha de que el gobierno y el PCE, cuya dirección también se había trasladado a Elda, reclamaban al bando republicano la resistencia a ultranza pero se habían instalado en un lugar que les permitiría salir rápidamente de España.
El jueves 2 de marzo Negrín hizo venir a la Posición Yuste al coronel Casado y al general Matallana para comunicarles que iban a ser relevados de sus puestos y sustituidos por militares comunistas (al parecer sería el coronel Juan Modesto Guilloto procedente de las milicias y jefe del ejército republicano de la batalla del Ebro quien sustituiría a Casado al frente del Ejército del Centro).
Pero Casado y Matallana, que ocuparían otros cargos en el alto mando del Ejército republicano pero sin mando directo de tropas, se negaron a aceptar esos cambios y nombramientos y abandonaron la "Posición Yuste" en Elda para dirigirse a Valencia, donde se entrevistaron con los generales Miaja y Menéndez, con quienes discutieron ampliamente "para la eliminación del gobierno, tomando el acuerdo de no demorar demasiado su ejecución, evitando que nos ganara la mano Negrín con el Partido Comunista", según el testimonio posterior del propio Casado.
Así una hora después salía del aeródromo de Barajas el avión con los ministros pero sin Casado a bordo.
Oficiales republicanos como Armentia (quien había ordenado que fueran puestos en libertad una treintena de jefes y oficiales que se hallaban detenidos y que así se unieron a la rebelión)[34] se ven superados por los elementos más proclives al bando franquista, como el teniente coronel Arturo Espá que se había apoderado de las baterías de costa,[35] los cuales empiezan a transmitir por radio consignas y lemas del bando sublevado, proclamando que la Base naval de Cartagena y el puerto obedecerían al gobierno de Burgos.
[33] Concretamente la emisora Flota republicana comunicaba que la ciudad de Cartagena "estaba a las órdenes del Generalísimo" y después de proclamar el lema falangista y franquista "Arriba España" había comenzado a emitir canciones de los "nacionales" (y en algunos edificios aparecieron banderas rojigualdas).
Al anochecer del lunes 6 de marzo la Brigada Mixta se había hecho con el Arsenal, con algunas baterías costeras y con el suministro de energía eléctrica y la central telefónica y ya tan solo resistían unos pocos edificios, desde los que los sublevados hicieron llamamientos desesperados a los franquistas.
Así que aquella noche la flota de desembarco quedó a la expectativa.
A las siete de la mañana del día siguiente, martes 7, al comprobar que la resistencia de los sublevados se había derrumbado y que la base estaba casi completamente controlada por la 206.ª Brigada Mixta, se decidió abandonar el desembarco y regresar a los puertos de origen.
[44] Se hicieron unos 300 prisioneros, entre ellos el general Barrionuevo,[48] y muchos miembros de la quinta columna.
El buque intenta maniobrar pero es demasiado tarde cuando tras unos cuantos disparos de la batería de costa La Parajola, al mando del capitán Antonio Martínez Pallarés, un proyectil alcanza la santabárbara del Castillo de Olite y lo hace estallar, hundiéndose rápidamente el buque.
Con 2.112 hombres a bordo que esperaban desembarcar en Cartagena, 1.476 morirán, 342 quedaron heridos y 294 hechos prisioneros.
[51] Mientras se luchaba en Cartagena por el control de la Base, la flota republicana seguía en alta mar.
El almirante Buiza se inclinó finalmente por los "entreguistas" (para quienes "preservar la flota para el futuro y poder aducir esto como defensa de su conducta ante un eventual consejo de guerra [franquista] eran consideraciones no desdeñables)[55] y cambió la orden que había dado dos horas y media antes.
Nada más llegar las autoridades francesas les dijeron que los barcos serían entregados inmediatamente a Franco.
[54] Poco después llegó a Bizerta el C-4 mandado por Eugenio Calderón.
Al final, se revelaron exactos muchos de los informes que hacia el Gobierno y hacia Moscú habían emitido los consejeros soviéticos que trabajaban con los mandos de la Armada republicana.