Las tropas sublevadas dominaban las islas Baleares excepto Menorca, que tenía su cordón umbilical en la ruta entre Mahón y Barcelona; esta situación se remontaba al fallido Desembarco de Mallorca intentado por el bando republicano en agosto-septiembre de 1936.
El Mando Republicano de Menorca temía un desembarco franquista, apoyado por los italianos destacados en Mallorca.
El día 4 de febrero aviones franquistas lanzaron proclamas muy explícitas sobre Mahón: «El Caudillo no desea que haya más derramamiento de sangre» y concedía cinco días para decidir la rendición.
El gobierno británico puso en marcha la operación sin informar al embajador republicano en Londres Pablo de Azcárate que cuando más tarde se enteró, presentó una protesta formal por haber prestado un buque británico a un "emisario de las autoridades rebeldes españolas".
Reunidos González de Ubieta y Sartorius poco después del mediodía, el enviado franquista manifestó que la situación republicana era desesperada y la guarnición de Menorca no podía esperar recibir ayuda alguna si los sublevados la atacaban.
Sartorius ofreció a los jefes republicanos la opción de embarcar en el HMS Devonshire con los refugiados que así lo desearen,[4] dejando Menorca en poder del bando nacional, para ello se otorgó un plazo hasta las 10 horas del 8 de febrero, pasado el cual los sublevados iniciarían un ataque.
Buiza apenas responde a González de Ubieta que confía en su capacidad para resolver la situación, sin dar órdenes concretas.
Otros 75 refugiados republicanos marcharon hacia Argel en el velero Carmen Pico que partió poco después.
Entre las tropas dependientes del brigada Palou en Ciudadela corría la noticia de que podrían embarcar en Mahón y comenzaron las deserciones, pero no les esperaba ningún barco, por lo que solo les quedó rendirse a los sublevados.