Batalla de Santander

El 6 de agosto, un decreto creaba en Santander la Junta Delegada del Gobierno en el Norte, presidida por el general Mariano Gamir Ulibarri, máximo responsable militar, y compuesta por un representante de los Gobiernos del País Vasco, Asturias y Cantabria.

La defensa del territorio cántabro se confió a 80 000 hombres englobados en cuatro Cuerpos de ejército: el XIV formado por lo que quedaba del así llamado «Ejército Vasco» (Euzko Gudarostea), el XV, compuesto en su mayor parte por tropa cántabra y, en menor medida, los cuerpos XVI y XVII (asturianos ambos).

El campo de batalla se situaría en terreno montañoso al localizarse el frente en la cordillera Cantábrica, cuyas cumbres más elevadas estaban en manos gubernamentales, que tenía ventajas posicionales.

Por otro lado, las condiciones físicas y la moral del bando sublevado eran superiores a las de las fuerzas gubernamentales.

Muchas unidades vascas no deseaban luchar fuera del País Vasco, y el propio lehendakari, José Antonio Aguirre, había querido trasladar por barco todas las fuerzas vascas al frente de Aragón, cruzando Francia, para avanzar sobre Navarra desde la retaguardia gubernamental, idea rechazada desde el gobierno de la República en Valencia, al considerarla impracticable y quimérica.

A ello se deben añadir las difíciles relaciones entre los diferentes batallones asturianos, cántabros y vascos.

Con ello se pretendía amenazar la principal arteria de comunicación del enemigo, dejando así en situación crítica a las fuerzas leales a la República que se hallaban al sur de la cordillera Cantábrica.

Este primer día de ataque, las brigadas navarras rompieron la línea del frente sur republicana, muy castigada por los bombardeos aéreos.

Con este rápido ataque en tenaza, las fuerzas sublevadas logran estrangular la bolsa gubernamental del Alto Ebro.

[17]​ Para el día 18, todo el sistema defensivo planteado por el general Gamir Ulibarri estaba roto, no pudiendo establecer una línea continua de defensa, ya que el rápido avance enemigo era imparable, desbordando todas las posiciones que le hacían frente.

Mientras, las fuerzas italianas vencen la resistencia de las tropas leales a la República en los pasos que defiende Puente Viesgo.

Ante la retirada general y caótica gubernamental, se ordena su persecución sin perder el contacto con el enemigo, alcanzando las posiciones defensivas leales a la República del Dobra, así como Santa María de Cayón.

El gobierno vasco desistía de seguir combatiendo tan lejos del País Vasco, y tenía las esperanzas puestas en las negociaciones de su rendición que se estaban llevando a cabo con el gobierno italiano en Roma.

Fuerzas sublevadas toman Torrelavega, ocupan a las 18:00 el cruce de Barreda y quedan cortadas la comunicaciones terrestres con Asturias.

Ese mismo día el comandante de la 54.ª División, Eloy Fernández Navamuel, sale en avión en dirección a Francia.

[24]​ Así las cosas, en el frente oriental los batallones vascos en rebeldía se habían ido concentrando en Santoña, enviando emisarios que tomaron contacto en Guriezo con las fuerzas italianas de la brigada Flechas Negras que marchaban por la costa, e iniciando unas confusas negociaciones.

Las personas más comprometidas con la República habían vivido 48 horas dramáticas esperando encontrar plaza en alguno de los barcos que zarpasen para Asturias o Francia con la esperanza de no ser interceptados en altamar por la armada franquista que controlaba el mar Cantábrico.

A los que no pudieron escapar les quedaba un futuro incierto, con innumerables citaciones públicas ante tribunales militares sumarísimos.

La desaparición del Frente Norte supuso para el bando sublevado haber desnivelado la balanza de la guerra claramente a su favor.

En la zona de Valderredible , al sur de Cantabria, los farallones rocosos de La Lora de Valdivia (a la derecha de la imagen) definían el frente previo a la batalla de Santander. El fondo del valle del Ebro estaba controlado por las fuerzas republicanas mientras que el ejército sublevado ocupaban posiciones altas de La Lora , donde construyeron numerosas trincheras como medida de protección y control.
Principales líneas de avance de las tropas franquistas en el Frente Norte entre marzo y septiembre de 1937.
Nido de ametralladoras situado en los Jardines de Piquío (Santander), resto de la Guerra Civil.