Para Cantabria, entonces erigida como provincia de Santander, la guerra civil transcurrió entre 1936 y 1937.
Sin embargo, las acciones militares propiamente dichas se llevaron a cabo concretamente entre agosto y septiembre de 1937.
El resultado fue la victoria del ejército franquista y la consiguiente anexión de la cornisa cantábrica a la zona sublevada.
El 20 de julio se produjo un tiroteo en Saro entre derechistas locales y milicianos forasteros (dos izquierdistas resultaron heridos de gravedad, muriendo uno más tarde; los derechistas se echaron al monte).
Mientras, la UGT y la CNT declararon la huelga general que paralizó la vida ciudadana.
Por la tarde llegaron noticias desde Reinosa, donde habían muerto el alcalde socialista y 18 guardias civiles.
Sin embargo, en una jugada maestra, Olazarán consiguió que Argüelles cediera el mando del regimiento a García Vayas confeccionando una falsa orden del Ministerio de la Guerra, orden que el coronel Argüelles acató.
Los falangistas abandonaron Potes rumbo a Palencia y los milicianos entraron en la villa.
A finales de octubre unos 3000 hombres se situaron en el frente provincial.
En él se refugiaron ciudadanos de Alemania, Argentina, Bélgica, Bolivia, Brasil, Checoslovaquia, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Grecia, Italia, México, Perú, Reino Unido, Suiza, Uruguay y Venezuela, así como españoles derechistas.
Como represalia, ese mismo día fueron ajusticiados por un grupo de milicianos 156 presos falangistas y requetés del Alfonso Pérez, el barco que se habilitó como prisión en la dársena de Maliaño.
El general Franco, al desistir de conquistar Madrid, dirigió su estrategia hacia la toma del reducto republicano del Norte, importante por su potencia industrial y para unificar la línea de frentes.
Este mismo día las fuerzas aéreas republicanas pierden 12 cazas en una batalla aérea sobre Torrelavega.
[10] El 13 de agosto la aviación rebelde bombardea con bombas incendiarias Vegaloscorrales (San Pedro del Romeral), matando a una mujer y un niño.
El día 18 los italianos alcanzan la capital municipal, San Miguel de Luena.
La otra punta de lanza, procedente del oeste, pretendió alcanzar los ríos Agüera y Asón.
Ese mismo día el comandante de la División 54, Eloy Fernández Navamuel, sale en avión en dirección a Francia.
El general Gamir dio la orden de retirada, que solo se pudo efectuar por mar o por aire.
Las fuerzas italianas entran en la capital al mediodía, llegando hasta El Sardinero.
Este suceso llegaría a alcanzar gran trascendencia política e ideológica décadas después, siendo fuente de un minucioso análisis.
En Santoña se fueron concentrando, por orden del Partido Nacionalista Vasco (PNV), tres batallones vascos ligados a este partido que habían abandonado sus posiciones y a los que posteriormente se sumarían otros doce.
Fruto de este encuentro surgió un viaje del militar a Roma para dar explicaciones sobre el problema vasco al ministro de Asuntos Exteriores italiano, Galeazzo Ciano.
En aquel momento los vascos aceptaron la rendición sin ulteriores condiciones, aunque trataron inútilmente de conseguir unas mayores garantías del coronel Farina, jefe del Estado Mayor de las fuerzas italianas.
Así las cosas los italianos entraron en Santoña y se hicieron cargo de la administración civil.
El 26 de agosto habían entrado al puerto santoñés los buques mercantes ingleses Bobie y Seven Seas Spray procedentes de Bayona (Francia) bajo la protección del destructor inglés Keith.
Una hipótesis es que la pérdida del territorio privó de motivos para luchar al ejército autonómico, aunque sus dirigentes arguyeron la responsabilidad del Gobierno de la República al no haberles enviado aviones para hacer frente a la ofensiva franquista.
Su primera decisión fue declarar nulos los acuerdos de la Comisión Gestora anterior y los del Consejo Interprovincial.