Incidentes durante el entierro de Anastasio de los Reyes

Andaba el ambiente enrarecido, el día anterior había sido asesinado por elementos falangistas el magistrado D. Manuel Pedregal, ponente en el juicio contra el falangista acusado del intento de asesinato el mes anterior del catedrático y vicepresidente del gobierno D. Luis Jiménez de Asúa, en el que falleció su policía de escolta, Jesús Gisbert.

Durante el evento, en una mañana fría y lluviosa, se registraron varios incidentes de carácter más o menos violentos (agresiones, tracas, abucheos y gritos),[3]​ hasta el momento en que desfilaron cuatro compañías de la Guardia Civil, que empezaron siendo increpadas por una parte del público asistente.

Aparte del hecho que en otras ciudades sede de Capitanías Generales se celebraban desfiles análogos.

Hay que destacar que las juventudes de los partidos de la época, izquierda y derecha, iban uniformadas y recibían en muchos casos adiestramiento militar, constituyendo auténticas fuerzas paramilitares con tendencia a la violencia.

Asimismo resultaron heridas dos mujeres, un varón, Benedicto Montes, y un niño.

Citar que el guardia García portaba su arma y, herido, disparó contra los agresores.

Pasaron horas hasta que la familia del alférez tuviera noticia del hecho, Preocupado por su ausencia en el domicilio familiar a la hora de comer y conocedor de que en el desfile militar, al que se sabía había acudido su padre, había habido un tiroteo y heridos, fue David, el mayor de sus cuatro hijos, el que inició una larga búsqueda que le condujeron ya avanzada la tarde hasta el Depósito Judicial de la calle Santa Isabel de Madrid, donde se había trasladado el cadáver.

Sin embargo a David de los Reyes se le negó hacerse cargo del cadáver.

Era esta una medida inédita, destinada a evitar incidentes durante el traslado del cadáver.

Eran frecuentes en la época las muertes de guardias civiles, no ya en actuaciones policiales, sino en atentados criminales.

Entrevistado con el jefe del Parque, el teniente coronel Florentino González Vallés, dio cuenta al asombrado Vallés del hecho y este en persona, acompañado de otros guardias, se trasladó hasta el depósito de cadáveres.

Hubo nuevas negativas por parte de los funcionarios del depósito, fundamentalmente por parte del médico jefe, pero la presencia de los numerosos guardias civiles, uniformados y armados, zanjaron la discusión y el cuerpo fue entregado a los requirientes.

Pozas se trasladó rápidamente en coche hasta el lugar, acompañado solo por su chófer, cruzándose en el camino con el improvisado cortejo fúnebre del coche mortuorio y varios automóviles que trasladaban el cadáver.

Pozas requirió al teniente coronel Vallés para que devolviera el cadáver, negándose el segundo, esgrimiendo actuar en nombre de la familia y en honra del compañero cobardemente asesinado, al que se le negaba todo homenaje.

Este señalamiento no tenía otro objetivo que dificultar la presencia de militares y guardias civiles que estando de servicio a esa hora no podrían acudir al cortejo fúnebre.

Esta hora fue ignorada por la familia, fijando el sepelio para las tres de la tarde.

Otra maniobra, inédita hasta la fecha, fue la curiosa censura de la esquela funeraria que insertó la familia en el diario ABC.

Dicha censura consistía en que el censor leía los textos antes de su publicación, dando el visto bueno o recortando o suprimiendo los que no resultaban conformes a su opinión.

[4]​ La comitiva se puso en marcha por el Paseo de la Castellana, siendo el féretro llevado a hombros por guardias civiles.

De nuevo, se produjeron varios heridos y los atacantes lograron huir.

La prensa gráfica presente recogió imágenes de los asistentes agazapados tras los árboles del paseo como protección.

Ambos sucesos han sido atribuidos, según las fuentes que se consulten, a disparos realizados por el propio teniente Castillo.