[1][2] Para algunos historiadores, como Santos Juliá, Javier Rodrigo o Michael Richards, la represión buscaba también erradicar las diferentes tradiciones socialistas, anarquistas, liberales y demócratas.
[38] También fueron objeto de la violencia personas que simplemente habían sido denunciadas por sus vecinos como elemento «significado y contrario al Movimiento Nacional» [sic].
Fue un foco masivo de muerte por la combinación del hambre, la enfermedad y la desmoralización generalizada, que llevó a muchas personas al suicidio», ha indicado Gómez Bravo.
Entre ellas figuraba: «detener a las autoridades españolas que sean sospechosas…»; «eliminar los elementos izquierdistas: comunistas, anarquistas, sindicalistas, masones, etc.»; «prohibir toda clase de manifestaciones, huelgas, reuniones públicas y privadas».
En esta última ciudad fue detenido el alto comisario interino Arturo Álvarez-Buylla Godino, que sería ejecutado pocos meses después.
Según Paul Preston, en la noche del 18 al 19 de julio fueron pasadas por las armas en Melilla, Ceuta y el Protectorado doscientas veinticinco personas.
En Santa Cruz de Tenerife, donde se encontraba el general Orgaz por haber sido desterrado allí por orden del gobierno, la resistencia obrera al golpe fue mayor y las tropas tuvieron que salir a la calle.
El escritor católico Georges Bernanos que vivía en la isla quedó horrorizado por los asesinatos y dio testimonio de ello en su libro Los grandes cementerios bajo la luna publicado en 1938.
Se estableció el llamado “Tribunal de la Sangre”, que cada día seleccionaba a 25 detenidos para su ejecución», ha señalado Paul Preston.
[165] En Brenes actuó el sargento de la Guardia Civil Francisco Cuevas Rodríguez que también acosó a las mujeres del pueblo, incluidas las casadas.
La represión en El Cerro de Andévalo fue aún mayor, según Paul Preston, debido a la dura resistencia que había ofrecido.
[213] Se conoce en gran medida lo que sucedió en Logroño gracias al libro Las Sacas del exfutbolista republicano Pablo Escobal escrito en el exilio.
[234] El 15 de agosto escribió en su diario: «Las personas son llevadas a la fuerza al campo y fusiladas en las cunetas o contra las tapias…».
[247] Algo parecido ocurrió en Ávila, donde solo hubo resistencia al golpe en Peguerinos, Navalperal de Pinares, y Las Navas del Marqués.
[278] El obispo Anselmo Polanco al parecer presenció los hechos, pues protestó ante las autoridades, aunque nunca levantó su voz contra la represión.
[274][279] En la localidad de Cella, cercana a la capital, fueron fusiladas ochenta y seis personas, entre ellas una mujer que en una representación teatral había aparecido envuelta con la bandera republicana.
En Zafra donde tampoco había muerto ningún derechista, gracias sobre todo a la firme actuación del alcalde republicano José González Barrero que evitó que fueran asesinados los veintiocho partidarios del alzamiento detenidos, alrededor de doscientos vecinos fueron fusilados, cuarenta el primer día de la ocupación ―el alcalde logró escapar pero nada más acabar la guerra fue detenido y ejecutado―.
A los cadáveres que todavía quedaban en las calles se añadían, esparcidos por doquier, muebles abandonados y enseres de todo tipo…», señala Francisco Espinosa Maestre.
[324] En plena masacre el propio teniente coronel Yagüe comentó: «Mañana, cuando hayamos concluido definitivamente la limpieza, todo estará listo para ampliar la operación.
En otra carta dirigida al teniente coronel Carlos Díaz Varela, ayudante del general Franco, le recordó «que en Toledo se asesinó a los heridos de los hospitales».
Ese mismo día el general Mola lanzó la siguiente amenaza: «Si la rendición no es inmediata arrasaré Vizcaya hasta sus cimientos, empezando por las industria de guerra.
«Tal vez otros piensen que cuando mis aviones bombardean las ciudades rojas estoy haciendo una guerra como cualquier otra, pero no es así», le dijo.
«Debemos llevar a cabo la tarea, por fuerza lenta, de redimir y pacificar, sin la cual, la ocupación militar sería en gran medida inútil.
Dos días antes la radio del bando sublevado había emitido la siguiente amenaza: «Franco se dispone a propinar un fuerte golpe contra el que es inútil cualquier resistencia.
[363] El general Mariano Gamir, jefe republicano del frente norte, tardó en dar la orden de evacuación por lo que muchas personas quedaron allí atrapadas.
[415] En los días anteriores se había producido un éxodo masivo de personas que abandonaban la ciudad hacia el norte en dirección a Francia.
También un autodenominado Rondín Antimarxista de Barcelona al mando del guardia civil Manuel Bravo Montero que actuaba como una policía paralela.
En realidad Madrid fue tomada desde dentro, pues fue la «Quinta columna de Franco [la que] se hizo con la ciudad», según relató el corresponsal del Daily Express.
Las autoridades franquistas estaban convencidas en 1939 de que en Madrid el «Terror Rojo» había causado 60 000 víctimas mortales ―los estudios actuales sitúan la cifra en 8815―.
En la provincia había tribunales militares operativos en Aranjuez, Torrelaguna, Navalcarnero, Getafe, Alcalá de Henares, El Escorial y Colmenar Viejo.