Carta colectiva de los obispos españoles con motivo de la guerra en España

Así pues "se produjo plenamente la manipulación propagandística que el cardenal Vidal y Barraquer había temido", y que le había llevado, entre otras razones, a no suscribir la carta colectiva.

Como Franco no estaba dispuesto a cumplir esa condición, el Vaticano sugiere entonces al cardenal Gomá que, en lugar de una declaración papal directa, los obispos españoles redacten una "carta colectiva sobre la colaboración de los católicos [vascos] con los comunistas".

[8]​ En cuanto al Vaticano, cuando Gomá envió a Roma el borrador de la Carta no recibió ninguna respuesta y ni siquiera hizo acuse de recibo cuando Gomá envió al cardenal Pacelli el texto definitivo.

Cuando la carta colectiva se hizo pública a mediados de agosto el Vaticano siguió guardando silencio.

Los sacerdotes asesinados, contando un promedio del 40 por 100 en las diócesis devastadas -en algunas llega al 80 por 100- sumarán, sólo el clero secular, unos 6.000.

Varios historiadores como Alfonso Álvarez Bolado[12]​ o Hilari Raguer[13]​ han señalado cuatro grandes "limitaciones" en la carta colectiva: En conclusión, lo que hizo la Carta colectiva fue legitimar el alzamiento militar y condenar la República, utilizando para ello las ideas del pensamiento tradicional de la derecha católica.

"Un sacerdote alicantino, buen conocedor del caso, aseguraba que no firmó por su fuerte nacionalismo vasco".

También aducía el cardenal el origen del documento, complacer la petición del general Franco, pues juzgaba peligroso "aceptar sugerencias de personas extrañas a la jerarquía en asuntos de su incumbencia".

En la segunda petición que le formuló el primado Gomá llegó incluso a amenazarle si no firmaba la carta, pero Guitart siguió negándose.

Finalmente dio su consentimiento al parecer porque el cardenal Vidal y Barraquer así se lo pidió.

En 1937 publicó el folleto La carta colectiva de los obispos facciosos: Réplica y cuando pasa a París, continua su apoyo a la República, tanto en sus obras, como con su colaboración en la revista Esprit, órgano de la izquierda católica intelectual, en la que sostuvo su tesis contra el concepto de “Cruzada Nacional” aplicada por el episcopado español a la Guerra Civil.

Entre sus amigos se encontraban Emmanuel Mounier, fundador de la antes dicha revista Esprit, o el filósofo Jacques Maritain, al que valora como pensador pero más como persona.

El papa presionó para que se callara y fue suspendido a divinis por su obispo.

[3]​ La Carta recibió la contestación oficial de aproximadamente novecientos obispos, que mostraban su apoyo y solidaridad.

Son destacables las respuestas colectivas de los obispos de Italia, Austria, Suiza, Alemania, Bélgica, Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Rumanía, Albania, Grecia, Irlanda, Inglaterra, Portugal, Estados Unidos, México, Canadá, Armenia y África Central.