[3] Escritores medievales utilizan los términos crux (pro cruce transmarina, Estatuto de 1284, citado por Du Cange, s.v.
Sin embargo, utilizada con un criterio estricto, la idea de la cruzada corresponde a una concepción política que se dio solo en la cristiandad desde el siglo XI al XV.
Las cruzadas fueron emprendidas para liberar los «Lugares Santos», es decir, las regiones donde vivió Jesucristo, de la dominación musulmana.
Al terminar su alocución con la frase del Evangelio «renuncia a ti mismo, toma tu cruz, y sígueme» (Mateo 16:24), la multitud, entusiasmada, manifestó ruidosamente su aprobación con el grito Deus lo vult, o Dios lo quiere.
[5][6] Posiblemente, las motivaciones de quienes participaban en ellas fueron muy diversas, aunque en muchos casos se puede suponer un verdadero fervor religioso.
[4] En torno al año 1000, Constantinopla se erigía como la ciudad más próspera y poderosa del «mundo conocido» en Occidente.
Eran los turcos, tribus nómadas que, en el transcurso de esos años, se habían convertido al islam.
Una tras otra las ciudades del Mediterráneo Oriental cayeron en sus manos, y en 1070, un año antes de Manzikert, entraron en Jerusalén.
Además, empezaron a llegar numerosos rumores acerca de torturas y otros horrores cometidos contra peregrinos en Jerusalén por las autoridades turcas.
Sin embargo, provocaron un conflicto con la Iglesia ortodoxa que agravó la situación abierta por el cisma de 1054.
Por su parte, los judíos sufrieron las mayores persecuciones hasta entonces en Europa y las cruzadas marcaron el inicio de los primeros pogromos.
Las cruzadas debilitaron a los señores feudales; muchos perdieron la vida o quedaron en Oriente; otros se empobrecieron por la venta de sus tierras; además, la prolongada ausencia les impidió vigilar sus derechos.
y un gran número de los presentes se arrodillaron ante el papa solicitando su bendición para unirse a la sagrada campaña.
Tras esto, las fuerzas continuarían fuera del territorio húngaro escoltadas por los ejércitos de Colomán y se dirigirían hacia Constantinopla.
Durante su estancia en Constantinopla, estos jefes juraron devolver al Imperio Bizantino aquellos territorios perdidos frente a los turcos.
Desde Bizancio se dirigieron hacia Siria atravesando el territorio selyúcida, donde consiguieron una serie de sorprendentes victorias.
Una vez que los venecianos decidieron participar, el papa Calixto II les envió su estandarte papal para expresar su aprobación.
Cuando ambos reyes llegaron a Tierra Santa (por separado) decidieron que Edesa era un objetivo poco importante y marcharon hacia Jerusalén.
La expedición fue un fracaso, ya que tras solo una semana de asedio infructuoso, los ejércitos cruzados se retiraron y volvieron a sus países.
Saladino era un hombre sabio que logró la unión de las facciones musulmanas, así como el control político y militar desde Egipto hasta Siria.
La toma de Jerusalén conmocionó a Europa, y el papa Gregorio VIII convocó una nueva cruzada en 1189.
Este último, al mando del grupo más poderoso, siguió la ruta terrestre, en la que sufrió algunas bajas.
Pensando en una próxima cruzada y en no arriesgar militarmente una derrota que no les daría a los cristianos la posibilidad del control posterior de la Ciudad Santa, pactaron con el mismo Saladino, quien también estaba cansado y diezmado, la tregua que permitía el libre acceso de los peregrinos desarmados a la Ciudad Santa.
De esta forma, se cerraba la tercera cruzada con un nuevo fracaso para los dos bandos, dejando sin esperanzas a los Estados francos.
Esta cuarta cruzada no debería incluir reyes e ir dirigida contra Egipto, considerado el punto más débil de los Estados musulmanes.
Sin embargo, el nuevo basileus no pudo cumplir las promesas hechas a los cruzados, lo que originó toda clase de disturbios.
El papa había ordenado al emperador Federico II Hohenstaufen que fuera a las cruzadas como penitencia.
Como en la V, se dirigió contra Damieta, pero fue derrotado y hecho prisionero en El Mansurá (Egipto) con todo su ejército.
Desembarcaron desconociendo que había una epidemia de disentería en la región, Luis fue infectado y murió a los pocos días.
La batalla concluyó con una total victoria para el regente húngaro y la amenaza turca fue detenida por casi un siglo más.