[53][54][55] El gobierno provisional se reunió ese mismo día 14 por la tarde para resolver la grave crisis provocada por la dimisión de su presidente.
Pero también en las ciudades donde los radicales estaban respaldados por «comerciantes, industriales y productores… atemorizados» por el creciente poder de los sindicatos.
[68] Descartado Lerroux el gobierno acordó proponer al antiguo presidente del gobierno provisional, Niceto Alcalá-Zamora, a pesar de la viva oposición que había manifestado sobre la forma como se había resuelto la cuestión religiosa en la Constitución y que le llevó a dimitir.
Quieren que nos gastemos los demás, y venir un día al poder como garantía de orden».
[75][76] Además, el programa de reformas que tenía pensado Azaña sería muy difícil aplicarlo con los socialistas fuera del gobierno.
En esto los socialistas se equivocaban, según Nigel Townson, porque el partido republicano radical no era un partido antirreformista y además desempeñaba «una valiosa contribución integradora» en la República de las clases propietarias tanto urbanas como rurales evitando que fueran captadas por la derecha antirrepublicana.
Y al no permitir la creación de un partido republicano moderado, la izquierda estaba favoreciendo necesariamente a la derecha».
[81] Este punto de vista no es compartido por otros historiadores como Julián Casanova[79] o Santos Juliá.
«El sistema de partidos se habría configurado en torno a una izquierda republicana —Acción, radical-socialistas, Esquerra, ORGA, federales, y algunos republicanos independientes, lo que daba un total de 150 a 160 diputados— que podría coaligarse alternativamente por su izquierda con los socialistas o por su derecha con los radicales».
[126] Estimulados por el ejemplo catalán, vasco y gallego, en otras regiones españolas también se produjeron iniciativas para conseguir un estatuto de autonomía propio.
Por otro lado, los sectores conservadores de Mallorca también se opusieron al anteproyecto y desataron una campaña anticatalanista.
[138] Esta legislación secularizadora en ocasiones levantó la reacción «defensiva y airada»[139] de los católicos por la forma en que fue aplicada.
Así, el 25 de mayo de 1933, cuando ya había sido aprobada por las Cortes, aunque faltaba la firma del presidente Alcalá-Zamora, los cardenales y obispos españoles, encabezados por el nuevo cardenal primado Isidro Gomá y Tomás —quien tras suceder en el cargo al polémico cardenal Segura el mes anterior había dicho que los católicos españoles habían trabajado «poco, tarde y mal»—,[139] hacían pública una carta episcopal que consideraba la ley «un duro ultraje a los derechos divinos de la Iglesia», condenaba «todas las injerencias y restricciones con que esta ley de agresiva excepción pone a la Iglesia bajo el dominio del poder civil» y llamaba a la movilización de los católicos.
[143] Según Javier Tusell, «la actitud mantenida con respecto a las órdenes religiosas produjo un reflejo defensivo que se perdía en una exacerbación de lo clerical».
[146] Y no solo existía el problema presupuestario sino la falta de colaboración de los ayuntamiento gobernados por la derecha monárquica y católica que no ofrecían ni solares ni locales para las nuevas escuelas (por ejemplo Guipúzcoa donde se calculaba que se necesitarían 355 nuevas escuelas, los ayuntamientos solo habían ofrecido 56).
[150] Los gobiernos republicano-socialistas siguieron otorgando a los militares importantes atribuciones sobre el orden público, porque este se convirtió en una obsesión para ellos.
En Castilblanco una muchedumbre se abalanzó sobre un grupo de cuatro guardias civiles que les impedían el paso a la Casa del Pueblo, y los linchó allí mismo con ensañamiento.
Esta vez buscaron apoyos exteriores y el general Ponte acompañado del aviador Juan Antonio Ansaldo, se entrevistó en Roma con Italo Balbo, uno de los jerarcas del régimen fascista italiano, que al parecer les prometió armas y municiones para los conjurados.
[177] Manuel Azaña escribió en sus diarios sobre esta «guerra civil» entre las dos prácticas sindicales, «acaso la realidad política más vigorosa de España en estos momentos».
Pestaña acabará rompiendo con los «treintistas» «posibilistas» de Peiró, que no rechazaban mantener relaciones con la FAI aunque en el campo estrictamente sindical, y fundará el Partido Sindicalista, poniendo fin así a uno de los postulados básicos del «apoliticismo» anarquista.
Tropas de infantería enviadas desde Barcelona al mando del general Batet y desde Zaragoza acabaron con los disturbios.
[186] Justo un año después de la insurrección del Alto Llobregat se produjo un nuevo movimiento insurreccional anarquista, esta vez general, que provocó graves incidentes en Cataluña, Aragón, Valencia y Andalucía, expeditivamente reprimidos por las fuerzas gubernativas, que causaron numerosos muertos.
La única superviviente fue la nieta de Seisdedos, María Silva Cruz, conocida como «la Libertaria», que logró salvar la vida al salir con un niño en brazos.
[191] Los hechos fueron utilizados por la oposición para atacar al gobierno —se difundió la falsa noticia de que el propio Azaña había dado la orden de disparar a los guardias—, y aunque pudo superar la crisis, a medio plazo Casas Viejas le sería enormemente perjudicial.
Había contenido a la oposición anarquista y derrotado sin dificultades la sublevación militar monárquica de agosto.
El declive empezó con la insurrección anarquista, que desembocó en la matanza de Casas Viejas y minó la credibilidad republicana.
Los concejales republicanos duplicaron en número a los monárquicos pero el porcentaje de estos últimos (4954 sobre unos 15 000) resultó relativamente alto.
En las ciudades la crisis económica se agudizaba, aumentaba el paro y las patronales radicalizaban su oposición a la normativa socio-laboral.
[208] Los radical-socialistas pusieron como condición para entrar a formar parte del nuevo gobierno que los socialistas también lo apoyaran.
De esta forma, «un Gobierno encabezado por los radicales organizaría las elecciones generales, aun si Lerroux no era su presidente.