Como ha señalado Javier Tusell, "Azaña supo ver las oportunidades que ofrecía una coyuntura de cambio de régimen y tuvo arrestos para enfrentarse con una reforma, la militar, ante la que habían retrocedido sus antecesores en el cargo".
[4] Azaña quería un ejército más moderno, profesional, eficaz y cívico.
Como argumento para la disolución del primero se decía que el Gobierno de la República no podía «prolongar un momento más la existencia de huestes irregulares indebida y tendenciosamente armadas que, innecesarias como sostén del orden, pueden motivar, por incomprensión o abuso, alteraciones del mismo».
[10] En 1931 el Ejército español contaba con 16 divisiones a las que normalmente le habría bastado con 80 generales, pero tenía 800, y además tenía más comandantes y capitanes que sargentos.
[13] Algunos historiadores señalan que políticamente fue una medida discutible porque no contribuyó a hacer un ejército más republicano, ya que una parte del sector más liberal de oficiales dejó en ese momento el servicio activo.
Así pues para acabar con el “espíritu artillero”, la dictadura estableció un nuevo plan de estudios militares que consistía en que los cadetes del Ejército cursarían dos años en una nueva academia general y otros dos en la propia de su cuerpo.
Al terminar los cuatro años, serían promovidos a tenientes, sin títulos ni graduaciones civiles.
Entonces se decidió por el general Franco, que había sido su segundo en la Legión.
Azaña cuando cerró la Academia de Zaragoza repartió sus alumnos entre las academias de las armas respectivas (Toledo: Infantería, Caballería e Intendencia; Segovia: Artillería e Ingenieros; Madrid: Sanidad Militar).
[23] Además se estableció que los cadetes de las academias también realizaran estudios en las universidades como complemento a su formación militar.
[25] Por último, se redujo el servicio militar obligatorio a 12 meses (cuatro semanas para los bachilleres y universitarios), pero mantuvo el soldado de cuota del servicio militar, aunque sólo podía aplicarse a partir de los seis meses de permanecer en filas.
[16] Por otro lado, Azaña disolvió el somatén y suprimió las Órdenes Militares.
[29] Así pues, «los gobiernos republicano-socialistas del primer bienio siguieron otorgando a los militares importantes atribuciones sobre el orden público y un rígido control sobre la sociedad».
[34] Fue el propio Gobierno quien en todo momento instigó con firmeza para que el conocimiento de ciertas acciones de orden público presuntamente delictivas se remitiesen a la jurisdicción militar.
A Manuel Azaña se le acusó de que querer “triturar” al Ejército.
Por eso fue arrestado y sometido a consejo de guerra, pero el gobierno a su vez destituyó al general Villegas y aceptó la dimisión del general Goded, Jefe del Estado Mayor, también presente en el acto y que estaba en desacuerdo con la decisión (fue sustituido por el general Masquelet).
La fortísima campaña desatada por los medios conservadores contra la reforma, personalizada en la figura de Azaña, contribuyó, además, a convertir al primer ministro en la auténtica bestia negra de muchos militares.
[16] En un discurso en las Cortes republicanas el filósofo José Ortega y Gasset calificó «la reforma radical del Ejército» llevada a cabo por Azaña como «maravillosa e increíble, fabulosa [y] legendaria» «sin que hasta ahora se haya enterado bien de ello el pueblo español».
[45] Por su parte, el socialista Juan Simeón Vidarte, muchos años después de terminada la Guerra Civil, criticó duramente que Azaña no hubiera querido «formar un Ejército Republicano», argumentando «que el primer deber de la República era formar un Ejército a base de jefes y oficiales auténticamente republicanos y no permitir que muchos centenares de estos se marchasen del servicio activo por considerarse postergados».
[46] Para el historiador Julio Gil Pecharromán, «Azaña, no exento de soberbia política, hizo poco para defender su proyecto ante la opinión pública y sus desahogos verbales, que le llevaron a ser tachado de 'jacobino', contribuyeron a crear agravios que pesaron en la actitud contraria al régimen de muchos militares.
(…) [Sin embargo] la reforma de Azaña ha sido valorada positivamente ya que en conjunto constituía un plan realista y coherente, que hubiera dotado a España de un Ejército acorde con sus necesidades».
Los militares continuaron teniendo una gran importancia en la política y en el presupuesto...