Sucesos de Casas Viejas

[2]​ Si se contabilizan los heridos fallecidos posteriormente, resultaron muertos veintiocho campesinos, dos guardias civiles y uno de asalto.

[3]​ Desde el siglo XIX las inquietudes sindicales europeas y sus ideales empezaron a propagarse entre los obreros avanzando por las costas de Cádiz y Málaga hacia el interior del valle del Guadalquivir.

[4]​ A mediados del siglo XIX se produjeron en Andalucía diferentes revueltas en los pueblos andaluces de Arahal, Utrera (ambos en 1857), Loja (1861), Montilla (1873) y Jerez de la Frontera (1892) con tintes antidinásticos, demócratas o republicanos.

[7]​ Además sector minero, al que se dedica el jornalero junto a engrosar las filas del peonaje en las ciudades cuando no hay labores agrarias,[8]​ bajo el dominio británico en Riotinto y francés en Peñarroya tuvo una gran conflictividad.

En Riotinto llegó a haber unos 100 muertos durante los conflictos en 1888[9]​ y en Peñarroya en 1920 una huelga seguida por unas 14.000 personas.

[13]​[14]​ En torno a los años 1913-14. tiene lugar un cambio cualitativo importante en el comportamiento del campesinado.

Se consolidó la estrategia de la huelga general en varias provincias y concluyó la síntesis entre anarcocolectivismo y anarcocomunismo en Andalucía, que en aquel momento no se afilió a la recién fundada CNT (La recién creada Federación Nacional de Obreros Agricultores de España que tuvo un gran arraigo en la sierra gaditana y en la campiñas de la propia Cádiz, Sevilla y Córdoba no ingresó en la CNT hasta 1919).

Pero no era esa su revolución que se hará «con garantías», «a la luz del día».

Temiendo las represalias, muchos vecinos huyeron y otros se encerraron en sus casas.

Pasada la medianoche, llegó a Casas Viejas una unidad compuesta de cuarenta (o noventa según otras fuentes) guardias de asalto, al mando del capitán Rojas, que había recibido la orden del director general de Seguridad en Madrid, Arturo Menéndez, para que se trasladara desde Jerez y acabara con la insurrección, abriendo fuego “sin piedad contra todos los que dispararan contra las tropas”.

Dos de sus ocupantes, un hombre y una mujer, fueron acribillados cuando salieron huyendo del fuego.

Seis personas quedaron calcinadas dentro de la choza (probablemente ya habían muerto acribilladas cuando se inició el incendio), entre ellos “Seisdedos”, sus dos hijos, su yerno y su nuera.

La única superviviente fue la nieta de “Seisdedos”, María Silva Cruz, conocida como “la Libertaria”, que logró salvar la vida al salir con un niño en brazos.

[29]​ Hacia las cuatro de la madrugada del día 12, Rojas y sus hombres se retiraron a la fonda donde habían instalado el cuartel general.

La verdad de los hechos tardó en conocerse, porque las primeras versiones situaban a todos los campesinos muertos en el asalto a la choza de “Seisdedos”, pero la Segunda República ya tenía su tragedia», afirma el historiador Julián Casanova.

[32]​ Conocidos los hechos, se produjo un gran escándalo periodístico y parlamentario que conmocionó a la sociedad española.

Ante una nueva interpelación parlamentaria, Azaña hizo responsable a los anarquistas de lo ocurrido:[1]​

Entonces Azaña envió a Cádiz al magistrado del Tribunal Supremo Mariano Granados para que leyese el sumario de la instrucción que estaba llevando a cabo el juez de Medina Sidonia encargado del caso y le informase.

«El Gabinete pudo superar la investigación parlamentaria y dos mociones de confianza en las Cortes, pero ello no impidió que se viera salpicado por un escándalo que, a medio plazo, le sería enormemente perjudicial».

[37]​ Las primeras dudas sobre la versión oficial (que todas las muertes se habían producido en el asalto a la casa de “Seisdedos”) aparecieron en una crónica del escritor Ramón J. Sender y del periodista Eduardo de Guzmán que habían ido a Casas Viejas y que fue publicada por el periódico La Tierra.

Los tiros, a la barriga”, una acusación que tanto la investigación parlamentaria como la judicial consideraron absolutamente falsa, fue utilizada por los medios y los partidos de derecha para desgastar al gobierno y desprestigiar a la República, convirtiéndose en un elemento clave de la “leyenda negra” que fueron inventando sobre ella y que los vencedores en la guerra civil española no se cansarán de repetir.

Tanto la derecha (y el franquismo) como los anarquistas tuvieron un enorme éxito porque «la sombra de la tragedia nunca abandonó a Azaña».

[42]​ La acusación la lanzó el capitán Rojas cuando los periodistas descubrieron que había mandado fusilar a los prisioneros.

[31]​ El general Cabanellas, director general de la Guardia Civil durante los sucesos de Casas Viejas, mantuvo en el juicio una actitud ambigua que ponía en cuestión la actuación del gobierno.

[50]​ En 1983, el cineasta José Luis López Del Río trasladó los hechos a la pantalla en la película Casas viejas.

Cartel acto conmemoración del 90 aniversario de los Sucesos de Casas Viejas