La huelga, que alcanzó una extraordinaria dureza y tuvo un importante eco mediático en el resto del país, finalmente fracasó en sus objetivos.
Inicialmente estas acciones no estuvieron coordinadas entre sí y se fueron produciendo de forma intermitente a lo largo del tiempo.
Paralelamente, en el resto del país surgió una corriente de simpatía hacia los huelguistas.
[5] Con una fuerza ya muy debilitada, en enero de 1921 se puso fin al movimiento huelguístico.
[11] La huelga, que llegó a padecer una grave falta de coordinación entre sus organizadores,[12] acabaría siendo ganada por la RTC.
La situación laboral en la zona quedó «pacificada» durante al menos una década, hasta los tiempos de la Segunda República.