[1] Cuando llegó a la capital sobrevivió escribiendo cartas por encargo para personas analfabetas.
Pronto tuvo claro que su vocación era el periodismo y trabajó para el diario vespertino anarquista La Tierra, donde destacó por sus reportajes sobre los sucesos de Casas Viejas (1933) y la revolución de Asturias (1934).
[2] Fue también miembro del Comité Nacional de la CNT, del que también formaban parte Manuel Amil Barcía, Gregorio Gallego García, Celedonio Pérez Bernardo, Francisco Bajo Bueno, Aquilino Padilla, Hilario Gil, Cecilio Rodríguez, José Expósito Leiva, Pedro Ameijeiras Blanco, Francisco Royano, Ildefonso Nieto Castañedo y Manuel Fernández.
Quedó inhabilitado a perpetuidad para ejercer la profesión periodística y logró sobrevivir gracias a las traducciones que realizó para varias editoriales, y sobre todo, a las novelas policíacas y del oeste que escribió para su venta en los quioscos, utilizando diversos seudónimos, como Edward Goodman, Eddy Thorny, Richard Jackson, Anthony Lancaster o Charles G. Brown.
[2] "Concebía sus escritos como una obligación moral con todos aquellos a los que vio morir", afirma Fernando Olmeda.
[2] A partir de ese momento incrementó su actividad como escritor y conferenciante, prosiguiendo en su militancia libertaria.