[3] En la plaza de la República (antes llamada plaza de Nuestra Señora de Vico) se congregó una muchedumbre de trabajadores en huelga con sus familias y otros vecinos que acompañaban a los delegados sindicales que iban a reunirse en el ayuntamiento con los patronos para firmar el acuerdo y, al ver a la Guardia Civil, al parecer, prorrumpieron en gritos hostiles contra ellos llamándolos “lacayos del capitalismo” y pidiendo la disolución del cuerpo.
Entonces sonó un disparo, y tras caer herido un cabo de la Guardia Civil, la fuerza armada lanzó una descarga.
[5] La opinión pública reaccionó indignada y la simpatía que había mostrado hacia la Guardia Civil tras los sucesos de Castilblanco se tornó en hostilidad, porque no era la primera vez que la guardia civil disparaba a quemarropa.
Pero un mes después el gobierno cedió a la presión y lo sustituyó por el general Cabanellas, pasando Sanjurjo a dirigir el Cuerpo de Carabineros, lo que Sanjurjo interpretó como una desautorización y una degradación por parte del gobierno (cinco meses después encabezaría el primer intento de golpe de Estado para derribar a la República).
[6] En la conversación que mantuvo Sanjurjo con el presidente del Gobierno, Manuel Azaña, en la que éste le comunicó su destitución como director de la Guardia Civil, Sanjurjo no habló de las atrocidades cometidas por sus subordinados en Arnedo, sino que echó la culpa a los “ayuntamientos socialistas”, donde se había metido “lo peor de cada casa”, gente “indeseable” que “fomenta el desorden, amedrenta a los propietarios, causa daños en las propiedades y ha de chocar necesariamente con la Guardia civil”.