En el detallado programa electoral que presentó el candidato por Barcelona, Juan Tutau, exhortaba a los republicanos a acudir a las urnas; y allí «em el terreno pacífico, por campo los colegios electorales, por armas las candidaturas, luchemos todos y probemos que no sin motivo hemos proclamado que la República es la paz».
[4] Los republicanos federales obtuvieron un buen resultado a pesar de la «influencia moral» que ejercían los gobiernos sobre los electores que les hacían ganar siempre, pues consiguieron ochenta y siete escaños, siendo Cataluña y Andalucía donde tuvieron más apoyos.
También consideraban que el proyecto no establecía claramente la separación de la Iglesia y el Estado, ni institucionalizaba la Milicia nacional.
En este proceso el sector encabezado por Emilio Castelar, que no apoyaba tan rotundamente la estructura federal de la futura república, se mantuvo al margen.
Dos días antes Francisco Pi y Margall había contrapuesto la Federación a la descentralización en un discurso pronunciado en el Congreso de los Diputados:[17]
Además Pi quedó encargado de redactar un Manifiesto en el que reflejó su idea del federalismo concebido de abajo arriba en sucesivos pactos desde el municipio a la provincia y al Estado (o cantón o región) y del Estado a la República Federal.
Cuando se convocaron las primeras elecciones de la nueva monarquía amadeísta en marzo de 1871 a los republicanos federales no les importó formar una coalición electoral con los carlistas, situados en sus antípodas ideológicas pero que tampoco reconocían la legitimidad de Amadeo I, y así convertir las elecciones en un plebiscito sobre el rey y alcanzar lo que Castelar llamó su «destronamiento constitucional».
Los republicanos «intransigentes», por su parte, defendieron el retraimiento porque según ellos participar en los comicios era colaborar con la nueva monarquía.
Los representantes parlamentarios apoyaron la política legalista de Pi y Margall, consistente al esperar la elección de unas Cortes constituyentes para proclamar la república federal y elaborar una constitución propia.
En mayo de 1873 se celebraron las elecciones a Cortes Constituyentes, que a causa del retraimiento del resto de los partidos supusieron una gran victoria para el Partido Republicano Federal.
Además, su operatividad era mermada por una continuada resistencia a los intentos reunificadores del republicanismo y el mantenimiento de una rígida ortodoxia doctrinal.
En el País Valenciano topaba con el blasquismo y en las Islas Baleares el Partit d'Unió Republicana de Mallorca lo arrinconó totalmente.
Las relaciones con la dirección central del partido en Madrid empeoraron a la muerte de Pi y Margall, y su sucesor Eduardo Benot, no pudo evitar la rotura del partido en mayo de 1905.
Lo poco que quedaba del partido, tras formar parte de la Solidaridad Catalana, se unió en el año 1909 a Esquerra Catalana y finalmente en 1910 se incorporó a la Unión Federal Nacionalista Republicana.
En 1930 aparece el Partido Republicano Federal o Partido Federal Español, heredero del histórico Partido Republicano Democrático Federal, que es invitado asistir al Pacto de San Sebastián, pero que no "puede enviar ninguna delegación, en espera de los acuerdos de su próximo Congreso", según se dice en la "Nota oficiosa" que siguió a la reunión.
El entonces presidente del partido Eduardo Barriobero fue elegido por la circunscripción de Oviedo, pero se integró en el grupo conocido como los jabalíes.