Ante el vacío de poder creado por la renuncia del rey a la Corona el Congreso de los Diputados y el Senado, reunidos conjuntamente y constituidos como Asamblea Nacional, decidieron proclamar la República, gracias a que los diputados del monárquico Partido Demócrata-Radical que ostentaba una amplia mayoría se sumaron a la propuesta del Partido Republicano Democrático Federal que sólo contaba con 77 diputados.Fue aprobada por 258 votos y 32 en contra, pero sin definirla como unitaria o como federal, postergando la decisión a las futuras Cortes Constituyentes.[7] El también republicano Francisco Pi y Margall escribió: «La República vino por donde menos esperábamos».Aunque al final la junta del partido decidió el 5 de julio la participación la resolución fue acogida con poco entusiasmo por los comités locales, por lo que, seguros de su derrota dada la «influencia moral» del gobierno en las mismas, el partido Constitucional presentó muy pocos candidatos y en la mitad de las provincias no presentó ninguno.[23] De entrada ya habían conseguido que el Gobierno descartara el proyecto inicial de abolir la esclavitud en todas las Antillas y que quedara restringido a Puerto Rico, donde había unos 30 000 esclavos, dejando fuera Cuba, cuya población esclava era diez veces mayor.[31] El 29 de enero de 1873 los radicales más extremistas tomaron como pretexto un supuesto desaire del rey a las Cortes —al haber aplazado un día el bautismo del heredero al trono que acababa de nacer a causa de que el parto había sido difícil, mientras el gobierno y los presidentes del Congreso y del Senado, vestidos de gala para la ocasión, esperaban en una antesala del palacio— junto con el rumor de que el rey pretendía destituir al gobierno y sustituirlo por otro del partido constitucional —se sabía que el rey se había entrevistado con el general Serrano en Palacio para que asistiera al bautismo del príncipe, aunque tras consultar con la junta directiva de su partido, había declinado la invitación alegando motivos de salud para no dar a entender que aflojaban en su oposición al gobierno radical—, y propusieron en las Cortes que se declarasen en sesión permanente, en Convención, que solo la rápida llegada del Gobierno logró atajar.El rey le comunicó a Ruiz Zorrilla su disgusto por la actitud de las Cortes y que no estaba «dispuesto a sufrir imposiciones de nadie» y que se hallaba «preparado para proceder según lo aconsejaran las circunstancias».[33] El 6 de febrero una delegación de los artilleros dimitidos se entrevistó con el rey para pedir su intervención en el conflicto y ofreciéndose para apoyar un golpe de fuerza que disolviera las Cortes y suspendiera por algún tiempo las garantías constitucionales hasta preparar nuevas elecciones para unas nuevas Cortes que aprobaran más prerrogativas para la Corona.[34] Cuando el rey tuvo conocimiento ese mismo día por la prensa de que el gobierno pensaba nombrar al general Hidalgo nuevo capitán general de Cataluña, hizo llamar a Ruiz Zorrilla a Palacio.Al día siguiente, 8 de febrero, el Senado ratificaba la votación del Congreso, aunque el moderado Fernando Calderón Collantes advirtió al gobierno que las medidas aprobadas eran un ataque a la prerrogativa regia, pues era conocida la oposición de la Corona a las mismas.[35] El rey consideró que la única alternativa que le quedaba era nombrar un gobierno del Partido constitucional y disolver las Cortes, pero «per dissolvere la camera era necesario ricorrere alla forza», como le dijo Amadeo I a su padre en una carta, lo que podía conducir a la guerra civil —el rey podía contar con los más importantes generales conservadores, Topete, Serrano y Malcampo, pero la guarnición de la capital estaba en manos de militares afines al Partido Radical—.[45] Durante su intervención ante las Cortes Ruiz Zorrilla lanzó una advertencia, no bien recibida, hacia los diputados de su propio partido que estuvieran pensando votar a favor de la República:[46] Ruiz Zorrilla fue desautorizado por su propio ministro de Estado, Cristino Martos,[47] cuando este dijo a la Cámara que, en cuanto llegara la renuncia formal del rey, el poder sería de las Cortes y «aquí no habrá dinastía ni monarquía posible, aquí no hay otra cosa posible que la República».[49][50] Por su parte, Figueras desde una ventana del Congreso intentó tranquilizar a los congregados allí prometiéndoles la inmediata proclamación de la República.Por su parte el general Serrano dijo que continuaría las «gestiones» con Nicolás María Rivero, presidente del Congreso de los Diputados, por si «los consideraba necesarios».[57] Jorge Vilches, en cambio, ha señalado a Cristino Martos, «el personaje más funesto del Sexenio Revolucionario», como el urdidor del plan para lograr la abdicación de Amadeo I y proclamar la República.Los republicanos de Barcelona enviaron un telegrama a sus diputados en Madrid en el mismo sentido.[61] Lo primero que se hizo fue dar lectura a la renuncia al trono de Amadeo I firmada ese mismo día.El primer acuerdo que se adoptó fue aceptar formalmente la renuncia del rey Amadeo I.[66] La proposición decía así:[67] Manuel Ruiz Zorrilla, hasta entonces presidente del Gobierno, intervino para contradecir a sus compañeros de partido que, como Rivero y Martos, se había mostrado favorables a proclamar la República: Por su parte el monárquico Saturnino Álvarez Bugallal advirtió que la proposición que se estaba debatiendo era «abiertamente contraria a la Constitución vigente puesto que somete a la deliberación de las dos Cámaras reunidas lo que las dos Cámaras reunidas ni separadas pueden acordar por carencia notoria y absoluta de competencia y atribuciones con arreglo a la ley fundamental».[68] Previamente había intervenido el radical Cristino Martos para afirmar que la Constitución «no podemos aplicarla en este momento.[73][74][75][76] Según informó El Imparcial en su edición de ese mismo día 12 en la reunión que mantuvieron los líderes republicanos y los radicales se ofreció a Cristino Martos la presidencia del gobierno, pero este rechazó el cargo porque prefería la presidencia de la Asamblea.Castelar se resistió a formar parte de él aunque finalmente aceptó por «patriotismo».En Sevilla se produjeron desórdenes durante los cuales hubo varios heridos por intercambios de disparos entre las fuerzas del orden y grupos de republicanos «intransigentes» que habían ocupado el Ayuntamiento.En Motril murieron cuatro personas y hubo diecisiete heridos en el asalto al Ayuntamiento.Como ha destacado Florencia Peyrou, «los republicanos contemplaron el advenimiento de la República con enorme esperanza.Tanto porque permitiría consolidar y ampliar los derechos políticos ya existentes, como porque abriría la puerta, por fin, a toda una serie de reformas sociales.En aquestos moments solemnes dels quals depen la vida de les nacions, es quan se coneixen als homes y es quan se coneixen als pobles.Donem lo nostre apoyo moral als homes a qui hém donat nostres aplausos, a qui hém fet objecte de nostre entusiasme.[85] Según Ángel Bahamonde y Jesús Antonio Martínez, «el nuevo régimen había sido proclamado por una sesión conjunta del Congreso y del Senado que no estaba contemplada constitucionalmente.
«El entusiasmo, inmenso; la muchedumbre, indescriptible», caricatura de
Amadeo I
en la revista
Gil Blas
, obra de
Pellicer
y publicada el 4 de agosto de 1872. El rey saluda extendiendo el brazo derecho con el sobrero en la mano, pero como está de espaldas se comprueba que ante él no hay nadie, tan sólo su sombra proyectada en el vacío.
Caricatura de
José Luis Pellicer
titulada «El misterio radical: PADRE, HIJO Y ESPIRITU SANTO» publicada en
Gil Blas
el 29 de septiembre de 1872. Aparecen
Nicolás María Rivero
(«el PADRE»), presidente del Congreso de los Diputados (a la izquierda);
Manuel Ruiz Zorrilla
(«el HIJO»), presidente del Gobierno (a la derecha); y
Cristino Martos
(«el ESPIRITU SANTO»), ministro de Estado (arriba con forma de paloma).
Multitud agolpada frente al
Palacio de las Cortes
, mientras se gestaba la proclamación de la República en el interior del edificio.