Cuestión religiosa en la Segunda República Española

El lema del partido único de la Dictadura, Unión Patriótica fue “Patria, Religión y Monarquía”.

Ese fue el modelo que tuvieron presente la mayoría de los republicanos y los socialistas españoles cuando se proclamó la Segunda República.

Por último se modificó la ley electoral de 1907 para que los sacerdotes pudieran presentarse como candidatos en las elecciones.

[23]​ El Gobierno Provisional presentó una nota de "serena y enérgica" protesta al Nuncio Federico Tedeschini por lo que consideraba una intervención en política del Cardenal Primado, "cuando no hostilidad al régimen republicano", y pidió que fuera apartado de su cargo.

La discusión se convirtió en un altercado y ardieron tres coches aparcados frente al Círculo, cuyos dirigentes pidieron la protección de la fuerza pública.

Hacia la medianoche un exaltado disparó contra la multitud congregada en la Puerta del Sol hiriendo a una persona y luego fue linchado.

A otro ministro, según Maura, le hizo gracia que fuesen los jesuitas los primeros en pagar «tributo» al «pueblo soberano».

Por el contrario, allí donde los gobernadores civiles y los alcaldes actuaron con contundencia no hubo incendios.

[32]​ La izquierda republicana y los socialistas hablaron de la existencia de una conspiración monárquica y clerical e interpretaron los hechos como un “aviso para el Gobierno Provisional” sobre la política moderada que había llevado hasta esos momentos.

[34]​ Las logias masónicas también expresaron al gobierno su descontento por su contemporización con los elementos conservadores, clericales y monárquicos.

[37]​ El gobierno llegó a acordar incluso la expulsión de los jesuitas aunque finalmente no se consumó.

[59]​ Posteriormente se incluyó otra concesión demandada por los socialistas: que la partida del presupuesto destinada al clero desaparecería en el plazo de dos años.

[72]​ Por primera vez en la historia del constitucionalismo español se implantó un Estado laico, superando por fin la secular oposición clerical a que se introdujera cualquier medida secularizadora que pudiera poner en riesgo la unidad católica de España.

[73]​ Así pues, la izquierda republicana y socialista, con el apoyo final del Partido Republicano Radical, impusieron su modelo anticlerical radical y no buscaron el consenso ni siquiera con la derecha católica republicana y mucho menos con la derecha católica “posibilista” (con la derecha monárquica e integrista antirrepublicana el consenso era absolutamente imposible).

De esta forma se produjo una fractura social y política entre el “pueblo republicano” y el “pueblo de Dios” (dos entidades mutuamente excluyentes)[74]​ que dificultó enormemente la consolidación del régimen republicano.

Y no solo existía el problema presupuestario sino la falta de colaboración de los ayuntamiento gobernados por la derecha monárquica y católica que no ofrecían ni solares ni locales para las nuevas escuelas (por ejemplo Guipúzcoa donde se calculaba que se necesitarían 355 nuevas escuelas, los ayuntamientos solo habían ofrecido 56).

Se apostó todo a que la CEDA ocupara la presidencia del gobierno y cambiara la Constitución.

[103]​ Pero la Iglesia no rectificó su política social y siguió insistiendo en la vía del sindicato católico vinculado a los patronos.

Durante el gobierno en paz del Frente Popular se produjo un aumento de la violencia política.

Por otro lado ese mismo estudio constata que el número de víctimas mortales causadas por la violencia política disminuyó sensiblemente en junio y julio, con 24 y 15 víctimas mortales respectivamente (el mes más cruento fue marzo con 93 muertos).

"De esta forma, el gobierno [del Frente Popular] fue hostigado desde la derecha por una envalentonada oposición monárquica que arrastraba ya con fuerza a los católicos".

[111]​ El sector de la CEDA encabezado por José María Gil Robles se decantó cada vez más por el boicot a las instituciones republicanas y por el apoyo a la vía defendida por la derecha monárquica del Bloque Nacional de José Calvo Sotelo que propugnaba abiertamente la ruptura violenta del orden constitucional mediante un golpe de Estado militar en cuya preparación ya estaban colaborando (por su parte los monárquicos carlistas aceleraron la formación de sus milicias requetés con vistas al alzamiento militar con cuyos dirigentes mantenían contactos).

[112]​ Durante la Guerra Civil Española la Iglesia católica desempeñó un papel muy diferente en los dos bandos en conflicto pues mientras en la zona republicana más de 6000 miembros del clero católico fueron asesinados y los templos fueron cerrados y el culto perseguido, en la zona sublevada la Iglesia católica española apoyó con entusiasmo la "causa nacional" calificando la guerra como una "cruzada" o "guerra santa" en defensa de la religión, dando así al bando sublevado y a su jefe supremo el "Generalísimo" Franco una legitimidad religiosa de la que carecía al principio.

[115]​ La “sacralización” del pronunciamiento, la conversión del golpe de Estado en una “cruzada” o “guerra santa” en defensa de la religión, se produjo rápidamente, lo que resultó muy oportuno para legitimar y maquillar el golpe militar, aunque “no fueron los sublevados quienes solicitaron la adhesión de la Iglesia, sino que fue ésta la que muy pronto se les entregó en cuerpo y alma”.

[117]​ Y la "sacralización" se acentuó sobre todo cuando comenzaron a llegar a la zona sublevada las primeras noticias de la "salvaje persecución religiosa" que se había desencadenado en la zona republicana, donde el alzamiento militar había fracasado.

[121]​ Los argumentos que aparecen en ella son similares a los que utilizó el cardenal Gomá en su subsiguiente polémica con los nacionalistas vascos, y particularmente con el lehendakari José Antonio Aguirre en su Respuesta obligada: Carta abierta al Sr. D. José Antonio Aguirre hecha pública en enero de 1937:[122]​

El delegado papal en la "España nacional" monseñor Ildebrando Antoniutti, aunque colaboró activamente con la propaganda franquista antivasca, intervino en favor de algunos de los miembros del clero presos, como unos religiosos pasionistas confinados en Vitoria y unos sesenta sacerdotes y religiosos encarcelados en Bilbao.

[125]​ Sobre todo durante los primeros meses de la guerra en la zona republicana se desató una "salvaje persecución religiosa" con asesinatos, incendios y saqueos cuyos autores fueron "los extremistas, los incontrolados y los delincuentes comunes salidos de las cárceles que se les sumaron", todo ello inmerso en la ola de violencia desatada contra las personas y las instituciones que representaban el "orden burgués" que quería destruir la revolución social española de 1936 que se produjo en la zona donde el alzamiento militar fracasó.

Sin embargo, la prohibición del culto público católico continuó así como otras medidas revolucionarias.

Solo al final de la guerra con la desbandada del ejército republicano hacia la frontera francesa volvieron a producirse nuevas víctimas entre los miembros del clero, entre las que destaca el obispo de Teruel Anselmo Polanco Fontecha.

Portada del almanaque correspondiente a 1932 de la revista satírica La Traca , publicado nada más aprobarse la Constitución de 1931 , en la que se declaraba el carácter laico del Estado.
Niceto Alcalá-Zamora
Interior de la Iglesia de la Merced de Málaga , incendiada en 1931
Cardenal Pedro Segura
Ángel Ossorio y Gallardo
Escudo de una Escuela Nacional de Niñas
Logo de la CEDA
Imagen exterior de la cámara santa y la cripta de santa Leocadia que fue dinamitada durante la Revolución de Asturias .
El lehendakari Aguirre en el exilio francés (abril de 1939).
Milicianos vestidos con ropas litúrgicas tras el saqueo de una iglesia. Madrid, 1936