Su quilla fue puesta en grada en el astillero de la Sociedad Española de Construcción Naval en Ferrol, botado en 1922 y entregado a la Armada Española en 1924.
Llevaba sobre su casco pintada, a modo de camuflaje, la silueta de un destructor para confundir tanto en distancia, como en velocidad, así como dar la impresión de que iba escoltado, lo que hizo que en el bando sublevado se refirieran jocosamente a este buque como "el crucero Méndez y el destructor Núñez".
Según un informe del Estado Mayor de la Marina republicana, su lentitud (29 nudos) y un alcance artillero menor que nuchos destructores le convierten en una rémora para otros buques (el Libertad, por ejemplo), que se ven forzados a reducir su marcha para no dejarle atrás.
Al día siguiente se solicitó el asilo político por parte de los tripulantes, y quedaron internados los buques bajo la custodia de unos pocos tripulantes españoles por buque.
Tras la finalización de la guerra, fue modernizado como crucero antiaéreo entre los años 1943 y 1947, y fue el único buque de este tipo con el que contó la Armada Española.