Las características adecuadas se perpetúan mediante el mecanismo denominado selección sexual.
En España, las corridas de toros y los autos de fe fueron utilizados por el poder como espectáculos públicos donde mostrarse (en España se parafraseó el tópico romano convirtiéndolo en "pan y toros").
Ciertas escenificaciones tienen una prolongada tradición, como son las entradas reales[37] (imperiales, pontificales o presidenciales).
[42] Madame Roland, a propósito de Luis XVI, dijo que «los reyes son educados desde la infancia en la representación».
[55] Desde el siglo XV, la vida privada del soberano tiende a confundirse con la publica: su nacimiento, boda y funeral dan lugar a ceremonias donde se despliega todo el aparato de las autoridades civiles y religiosa para materializar la relación entre el poder y los súbditos, que devienen actores del espectáculo, reenviado al poder la imagen ideal que se hace de ellos.
[56] Existe un gran margen de maniobra que permite a cada soberano forjar su propia imagen.
Entre las monarquías africanas, suprimida la etíope, destacó el intento de Bokassa por consolidar su nuevo cargo (se autodenominó "emperador") mediante una extravagante ceremonia de entronización a la que acudieron numerosos dignatarios extranjeros (1977), muy criticada en los medios.
Se distingue la vida pública y privada del jefe de Estado.
La laicización del poder republicano en ciertos países europeos dará lugar a una recuperación o reemplazamiento de los símbolos religiosos por laicos.
Mario, elegido cónsul in absentia, emprendió sin tardanza la vuelta a Roma para hacerse ver como triunfador y demostrar que los dioses le habían otorgado su favor.
Charles Dickens describía en el siglo XIX rituales de campaña (estrechar las manos de los electores, besar niños) que siguen utilizándose más de un siglo después;[70] cuando, los equipos que gestionan las campañas ya incluyen, junto a los políticos, consejeros en comunicación y publicidad (spin doctor, marketing político).
Así surge la figura del "Gran Hermano" (''Big Brother) descrita por George Orwell en su novela 1984.
Según Michel Foucault, tras la caída de la monarquía se asistió a un giro fundamental de la forma en que el poder se manifiesta ante el pueblo al que gobierna.
Las fuerzas ocultas trabajan, pues, entre las bambalinas del teatro político, mientras que los gobernantes elegidos son descritos como marionetas de cuyos hilos tiran, o como peones sin voluntad que otros mueven por el tablero político.
[75] En la Revolución inglesa, los roundheads dieron una imagen austera de la Commonwealth puritana y disidente (dissenters) por la simplicidad de su puesta en escena: se cortaban el pelo y llevaban vestimentas sombrías para marcar su diferencia con los cavaliers, representantes de una aristocracia pródiga identificada con la "Iglesia establecida" (establishment) o incluso con el catolicismo papista.
Estos, a su vez, exageraron las extravagancias que se les reprochaban (cabellos largos y rizados, dentelles, sombreros empenachados).
La Revolución francesa también buscó su inspiración en la historia antigua: peinados à la Titus, gorros frigios.
Toda Europa (y en particular los monarcas extranjeros) pudo ver, gracias a los grabados,[78] el momento del regicidio.
Una de las preocupaciones del nuevo poder fue organizar festejos, en los que el pintor Jacques Louis David fue maître d'œuvre.
Du passé, faisons table rase ("el pasado hay que hacer añicos" -letra de La Internacional-).
Pero incluso en tiempo de paz, el poder se esfuerza en postrar su potencia militar con fines disuasivos.
Ciertas crisis históricas están cuajadas de pequeños dramas puestos en escena y representados por los políticos.
La fotografía, reemplazando el grabado en los periódicos, se convirtió en una amenaza para la imagen del poder, lo que condujo al empleo del retoque fotográfico para eliminar los detalles no conformes al espíritu de la puesta en escena buscada.
[..] au plus eslevé throne du monde, si ne sommes nous assis, que sus nostre cul.
Conocida sobre todo en referencia a la obra de Thomas More, la utopía se convierte pronto en un género popular.
Ese será el caso de Tommaso Campanella en su Ciudad del Sol.
En Britannicus, Racine denuncia los abusos de la puesta en escena política que oculta un poder tiránico y corrompido.
A Británico, que le acusa de ocultar la verdad, Nerón replica: Rome ne porte point ses regards curieux /jusque dans des secrets que je cache à ses yeux.
[111] En su Dictionnaire philosophique portatif, Voltaire redacta un artículo titulado «Cérémonies, titres, prééminence».
El desarrollo de la sociología, la antropología o la etnología contribuyeron a introducir una distancia crítica entre los rituales sociales y sus destinatarios.