El resto de Europa ya se estaba influyendo por la revolución artística del Primer Renacimiento o Quattrocento (años [mil] cuatrocientos en idioma italiano), pero en realidad no fue hasta el periodo posterior, el final del Cinquecento (años [mil] quinientos en italiano), denominado Bajo Renacimiento o Manierismo, cuando el impacto del arte de la fase clasicista del Renacimiento alcanzó toda su dimensión; y ello fue debido en buena parte al prestigio extraordinario que tratadistas como Vasari, autor de las Vite (1550), dieron a los genios de la generación anterior a la suya, hasta cuasi-divinizarlos (de hecho, a Rafael se le llamaba il divo -"el divino"-).
[5] El manierismo, aunque actualmente la historiografía lo define como estilo autónomo por sí mismo,[6] inicialmente fue un término despectivo para designar a los artistas carentes de originalidad, que pintaban o esculpían alla maniera di Miguel Ángel o Rafael.
La recepción de las formas renacentistas italianas había sido lenta y no homogénea a lo largo del siglo XV; pero para mediados del siglo XVI la extensa difusión de las obras del Alto Renacimiento gracias al grabado y los textos los tratadistas (Vasari, Serlio, Vignola, Palladio) las habían convertido en un canon clásico.
El renacimiento nórdico (especialmente el renacimiento flamenco -primitivos flamencos- y el renacimiento alemán -Durero, Altdorfer, Grünewald, escuela del Danubio-) se había desarrollado como un foco autónomo aunque en relación fluida con el italiano, y también marcó un periodo clásico que, gracias a la verdadera revolución social e intelectual permitida por la imprenta (Gutenberg, 1453) convirtió la década final del siglo XV y las dos primeras del XVI (dominadas políticamente tanto en Flandes-Borgoña como en Alemania por el ascenso de Maximiliano I de Habsburgo) en el escenario de trascendentales cambios sociales, políticos e ideológicos que culminan en la Reforma protestante (las tesis de Lutero, 1517).
Para la monarquía de los Reyes Católicos y los dos primeros Habsburgo de España (Felipe el Hermoso y Carlos I -el emperador Carlos V-) la historiografía suele denominar al último cuarto del siglo XV y los dos primeros tercios del siglo XVI como el Alto Renacimiento en España, mientras que para el último tercio del siglo XVI, dominado por el ambicioso programa artístico de Felipe II reserva el término Bajo Renacimiento en España.