Arquitectura efímera barroca española

La arquitectura efímera tuvo una especial relevancia en el Barroco español, por cuanto cumplió diversas funciones tanto estéticas como políticas, religiosas y sociales.El espacio, al ser modificado por el ser humano, se transmuta, adquiere un nuevo sentido, una nueva percepción, con lo que adquiere una dimensión cultural, al tiempo que cobra una significación estética, por cuanto es percibido de forma intelectualizada y artística, como expresión de unos valores socioculturales inherentes a cada pueblo y cultura.Este carácter estético puede otorgar al espacio un componente efímero, al ser utilizado en actos y celebraciones públicas, rituales, fiestas, mercados, espectáculos, oficios religiosos, actos oficiales, eventos políticos, etc.[1]​ En el Barroco las artes confluyeron para crear una obra de arte total, con una estética teatral, escenográfica, una puesta en escena que ponía de manifiesto el esplendor del poder dominante (Iglesia o Estado).[3]​ De igual manera se tendía a teatralizar las demás artes, especialmente la arquitectura.En la literatura se manifestó dando rienda suelta al artificio retórico, como un medio de expresión propagandístico en que la suntuosidad del lenguaje pretendía reflejar la realidad de forma edulcorada, recurriendo a figuras retóricas como la metáfora, la paradoja, la hipérbole, la antítesis, el hipérbaton, la elipsis, etc.En ese aspecto tuvo especial protagonismo la Iglesia contrarreformista, que buscaba a través de la pompa y el boato mostrar su superioridad sobre las iglesias protestantes, con actos como misas solemnes, canonizaciones, jubileos, procesiones o investiduras papales.Las fiestas barrocas suponían una conjugación de todas las artes, desde la arquitectura y las artes plásticas hasta la poesía, la música, la danza, el teatro, la pirotecnia, arreglos florales, juegos de agua, etc. Arquitectos como Bernini o Pietro da Cortona, o Alonso Cano y Sebastián Herrera Barnuevo en España, aportaron su talento a tales eventos, diseñando estructuras, coreografías, iluminaciones y demás elementos, que a menudo les servían como campo de pruebas para futuras realizaciones más serias.Por otro lado, si bien en el terreno político la monarquía se mostraba resueltamente autoritaria, el modo de gobernar traslucía un fuerte componente populista; mientras que en el ámbito religioso se conjugaba la fe estricta con una visión del mundo de carácter realista y crítico.[12]​ Estos elementos coadyuvaron la voluntad de un arte cercano al pueblo, que mostrase de forma fácil y directa los aspectos morales e ideológicos que las clases dominantes querían transmitir a sus súbditos.[13]​ Estas distracciones ayudaban al populacho a sobrellevar sus penurias: según Jerónimo de Barrionuevo, «bien son menester estos divertimentos para poder llevar tantas adversidades».[17]​ Otros elementos decorativos eran enramadas, tapices florales, guirnaldas, cornucopias, espejos, candelabros, escudos y banderas.Las pompas fúnebres representan, al igual que la arquitectura efímera, el azar, el vacío, lo fugaz de la existencia, contraponiendo la temporalidad corporal a la inmortalidad del alma.[23]​ Cualquier evento era adecuado para la celebración efímera: los monarcas celebraban de forma fastuosa cada hecho relevante en sus vidas, como nacimientos, bautizos, onomásticas, bodas, ceremonias de entronización, visitas a ciudades, victorias militares, acuerdos diplomáticos, funerales, etc.[24]​ En cuanto a las celebraciones religiosas, destacaban las del Corpus Christi y Semana Santa, celebradas con procesiones, viacrucis, rogativas, misas colectivas y autos sacramentales, donde se solían montar grandes tramoyas para los festejos, y junto a las procesiones religiosas se añadían elementos folclóricos como máscaras, mojigones, fanfarrias, gigantes y cabezudos.[30]​ Esta literatura abundaba en descripciones minuciosas de los eventos celebrados por la monarquía y la Iglesia, con especial énfasis en los elementos simbólicos, plasmados a menudo en jeroglíficos y escudos, cuyos lemas, generalmente en latín, traducían al castellano en verso.
Llegada de Carlos III a Madrid (1759), óleo de Lorenzo Quirós .
Entrada de Felipe V en Sevilla (1729), grabado de Pedro Tortolero .
Monte Parnaso , proyecto de decoración efímera con motivo de la entrada de Felipe V en Madrid (1701), de Teodoro Ardemans .
Arco de triunfo para la llegada de María Luisa de Orleans a Madrid (1680), obra de Matías de Torres .
Catafalco para las exequias de María Luisa de Orleans en la iglesia del Real Monasterio de la Encarnación (1689), obra de José Benito de Churriguera .
Entrevista entre Luis XIV y Felipe IV en la Isla de los Faisanes (1659), con estructuras efímeras diseñadas por Diego Velázquez .
Túmulo del cardenal Juan Tomás de Boxadors , convento de Santa Catalina (Barcelona) , obra de Salvador Gurri (1781); grabado de Pere Pasqual Moles.
Arco triunfal para la llegada de Felipe III a Lisboa (1619).
Monumento al Triunfo de San Fernando en el trascoro de la Catedral de Sevilla (1671), obra de Bernardo Simón de Pineda .
Túmulo de Felipe V en la Universidad de Cervera (1746), grabado de Ignacio Valls por dibujo de Pere Costa .
Túmulo de la reina María Amalia en la Catedral de Barcelona (1761), obra de Manuel y Francesc Tramulles .