Selección sexual

[2]​ Se relaciona directamente a este mecanismo evolutivo con el dimorfismo sexual y con la presencia de rasgos morfológicos exagerados.

[9]​ Es razonable pensar que, al igual que en el resto de especies animales, la selección sexual haya actuado en la evolución del ser humano en mayor o menor medida.

Ya Darwin señaló un probable origen de la variedad racial humana en la selección sexual, aunque hoy día se considera que este proceso ocupó un papel muy secundario debido a que los grupos humanos raramente se han encontrado aislados genéticamente y a que ha existido un alto mestizaje a lo largo de su evolución.

[12]​ La selección sexual únicamente puede ser comprendida teniendo presente el concepto de inversión parental considerando este como el esfuerzo biológico llevado a cabo por una pareja de una especie para concebir y criar a un descendiente.

Este esquema general es común en la mayoría de las especies animales y principalmente en las poligínicas, donde cada macho puede potencialmente reproducirse con varias hembras, mientras que los ejemplos de machos que realizan la mayor parte de los cuidados parentales se da en las especies poliándricas, donde son las hembras las que tienen acceso a varias parejas reproductoras.

Supongamos una especie en la que los machos y las hembras estuvieran en proporción 1:3, el triple de hembras que de machos, y cada apareamiento diera lugar a un único descendiente.

En ella, cada macho podría tener al menos tres descendientes en la primera generación y cada hembra uno.

En esta situación, una mutación cualquiera transmitida por un macho pasaría rápidamente a la población, reduciendo gradualmente su variabilidad genética.

[8]​ Experimentos desarrollados con Drosophila melanogaster han demostrado que efectivamente existen tales mecanismos, aunque se desconoce su funcionamiento, mediante el estudio de la evolución del sex-ratio en diferentes poblaciones.

En este caso los descendientes hembra compiten con sus parentales en la consecución de alimentos, el macho, por tanto, es más rentable.

En el caso del ciervo europeo, Cervus elaphus, la capacidad para copular con las hembras está relacionada con la fuerza y salud física de los machos.

En este caso, la hembra dominante producirá machos mejor desarrollados y el balance de esfuerzo en su cría será positivo al reproducirse estos con mayor probabilidad.

Por otra parte, que los individuos pertenecientes al sexo mayoritario en número o en capacidad reproductora deban competir entre sí por la cópula.

La selección intrasexual es aquella que favorece el éxito reproductivo de un sexo por competencia directa con individuos del mismo sexo, por ejemplo favoreciendo rasgos que den mayor capacidad para luchar.

La competencia por las hembras puede llegar a ser tal que el macho de Xylocoris maculipennis, un hemíptero, copula con otros machos inyectándoles en sus tejidos esperma que se traslada hasta las gónadas para luego llegar a las hembras cuando tenga lugar la cópula.

Caracteres como la presencia de néctares y periantos llamativos pueden haber evolucionado a partir de la competencia directa entre unos individuos y otros por aves e insectos que funcionaran como vehículo para el polen.

Se dan casos muy interesantes en aves donde se relacionan las capacidades del macho para proporcionar alimentos a la hembra durante el cortejo con la capacidad que tendrá después para suministrárselos a sus hijos.

Ocurre así con la golondrina de mar (Sterna fuscata) donde muchas parejas reproductivas en años anteriores se separan si la hembra considera que el macho ha perdido esta capacidad para conseguir alimento un año concreto.

Pero no siempre se dan estas circunstancias, algunos machos de Hylobittacus apicalis son capaces de forzar a la hembra y aparearse con ella sin haberles llevado alimento.

Teóricamente, y suponiendo que no hubiera existido algún tipo de competencia intraespecífica entre los machos, las hembras que pudieron elegir tomaron a los machos mejor preparados y por ello sus descendientes eran capaces de sobrevivir a la depredación.

[41]​ La hipótesis de Fisher o Fisherian runaway, desarrollada por Ronald Fisher, postula que los ornamentos elaborados de los machos son seleccionados por las hembras, simplemente, porque son más atractivos para estas.

Las hembras en un principio seleccionarían al macho con la cola más larga, mejor volador, y sus rasgos se transmitirían a su descendencia.

De esta manera se aseguraría la hembra tener descendientes con mejores capacidades para el vuelo.

En las hembras mientras tanto la existencia de un gen que las predispusiera para seleccionar al macho con mayor cola también se vería beneficiado.

[8]​ Por su parte el principio del hándicap, desarrollada por Amotz Zahavi,[45]​ postula que algunas hembras seleccionan machos con ornamentos que suponen una desventaja en la supervivencia, precisamente por esto, porque son una desventaja, un hándicap.

Dimorfismo sexual entre leones ( Panthera leo ), resultado de la selección sexual.
Pareja de achichiliques de Clark ( Aechmophorus clarkii ) trasportando a sus crías.
Apareamiento de Drosophila melanogaster .
Combate entre machos de Cervus elaphus por el acceso a las hembras.
Golondrina de mar, Sterna fuscata , sobrevolando su colonia de cría.
Cortejo del pavo real, Pavo cristatus .
Euplectes progne , mostrando en vuelo el exagerado tamaño de su cola.
Pliegues cutáneos faciales en un macho de orangután, Pongo pygmaeus .