Lisipo, Escopas y Praxíteles están considerados los tres grandes escultores de la segunda fase del clasicismo (siglo IV a. C.),[1] época de transición entre la era griega clásica y el helenismo.
Además fue el reformador del canon de Policleto y gran innovador con respecto a los convencionalismos heredados.
Trabajó en Sicione, Olimpia, Corinto, Rodas, Delfos, Atenas, Roma y Tarento.
De esta inmensa labor, no ha llegado hasta nuestros días ningún original, sino solo copias romanas.
Se está quitando la arena pegada a su cuerpo debido al sudor con un estrígil, instrumento de la época, de metal, hierro o bronce (que los romanos llamaban strigilis), que solo usaban los hombres y, principalmente, los atletas: parecido a un rascador, se utilizaba para limpiarse el polvo, sudor y el aceite en exceso que se extendía por la piel antes de los concursos.
Lisipo fue, quizá más que otros, excepcionalmente valiente en la producción volumétrica de la figura, imprimendo un giro aún más significativo, en el tránsito del arte clásico a la época helenística.
Sus intuiciones transmitieron una enseñanza que tendría entonces una continuidad constante, numerosa y de valor seguro, en los siglos posteriores.
Otros discípulos fueron Eutíquides de Sición, y sus tres hijos, especialmente Eutícrates.
El descubrimiento de muchas estatuas y estatuillas en bronce, o en mármol, que representan a Afrodita (Venus), diosa del amor, muestra que en periodo helenístico se utilizó con mucha frecuencia la figura femenina como sujeto artístico.
Lisipo tenía un hermano, Lisistrato, también escultor, el cual renovó, con intención realista, el arte del retrato.
Ya en el arte helenístico, la innovación de las ideas introducidas por Lisipo y otros como Praxíteles, Escopas o Apeles, llevó a una exasperación de los temas y sujetos a esculpir.