[13] Sin embargo, donde surgió por primera vez el carlismo fue en Castilla y no en las provincias forales, y existen discrepancias entre los historiadores respecto si la defensa de los fueros fue un rasgo característico del carlismo desde su origen o si se manifestó ya empezada la primera guerra carlista.[21] La cuestión de los fueros tuvo mucha importancia en la historia del carlismo, ya que estos habían permitido que en 1833 el carlismo triunfase en las provincias Vascongadas y Navarra, donde los Voluntarios Realistas no pudieron ser purgados del Ejército como en el resto de España,[13] y cobraron significación en otras regiones especialmente durante la tercera guerra carlista, cuando el pretendiente Carlos VII proclamó que restauraba los fueros de Cataluña, Valencia y Aragón.Serían finalmente suprimidos tras la tercera guerra carlista, obteniendo a cambio en 1878 las provincias vasco-navarras el llamado Concierto económico.[43] En el siglo XIX se produjeron varias insurrecciones de los carlistas contra los sucesivos gobiernos liberales, denominadas en aquella época guerras civiles.[69] Don Carlos quiso distanciarse de la idea de oscurantismo y absolutismo que muchos españoles asociaban al carlismo, y manifestó que no pretendía volver al pasado; quería dar libertad a la Iglesia y mantener los concordatos con la Santa Sede conculcados por el gobierno revolucionario, pero no deshacer las desamortizaciones; se proponía mantener la unidad católica, pero no restaurar la Inquisición, pues todo español debía ser un rey dentro de su casa.Su objetivo era establecer un gobierno genuinamente español, levantado, según el pensamiento de Balmes, sobre las bases antiguas, con una ley fundamental y Cortes representativas, pero sin partidos políticos.Durante estos años, la llamada «partida de la porra» llevaría a cabo acciones violentas contra los periódicos y casinos carlistas.[72] En 1885 murió Cándido Nocedal y se esperaba que su hijo Ramón fuera nombrado su sucesor, pero Don Carlos prefirió asumir él mismo la dirección del partido.[72] Desde El Siglo Futuro, Ramón Nocedal, insatisfecho por su papel secundario, no dejaba de atacar a La Fé, que representaba la tendencia belicosa del partido carlista.El partido carlista conseguiría cinco diputados en 1891, siete en 1893, diez en 1896, seis en 1898, dos en 1899, participando en coaliciones como Solidaridad Catalana en 1907, junto con regionalistas, integristas y republicanos.En las elecciones de 1901 el carlismo consiguió seis diputados, siete en 1903, cuatro en 1905 y catorce en 1907 gracias a la participación en Solidaridad Catalana.La política anticlerical del gobierno, concretada en la persecución de las Órdenes religiosas, dio mayor incremento al carlismo, que se alió con el integrismo —desapareciendo el enfrentamiento entre ambas formaciones tradicionalistas— e incluso con los silvelistas, para combatir los proyectos del gobierno defendidos por Canalejas, quien se había propuesto imitar a Waldeck-Rousseau, diciendo los diarios liberales que «no hay verdadero liberalismo sin anticlericalismo».[77] En 1918 Dalmacio Iglesias combatió el proyecto de Estatuto catalán elaborado por los autonomistas que establecía para Cataluña un Estado, aduciendo su carácter liberal y aconfesional.[80] Sin embargo, durante la Gran Guerra Don Jaime vivió bajo arresto domiciliario en el Imperio austrohúngaro por su apoyo a Francia y a los aliados, sin casi comunicación con la dirección política jaimista en España, que seguía encabezando Vázquez de Mella, con un carácter germanófilo.Con este manifiesto desaprobaba de manera pública la conducta seguida por Mella, Cerralbo y toda la dirección del partido.[82] Por su parte, los mellistas catalanes celebraron en Badalona una asamblea en mayo de 1920 en la que nombraron una junta regional y las provinciales, pero pronto comenzaron nuevas disidencias.No obstante, la gran actividad del marqués de Villores permitió reorganizar el partido en Guipúzcoa, Vizcaya y la Rioja.Los integristas obtuvieron tres diputados, José María Lamamié de Clairac, Ricardo Gómez Rojí y Francisco Estévanez Rodríguez, en coalición con los agrarios.[89] A esta minoría tradicionalista, una vez unidas ambas formaciones, se sumaría después el diputado electo por Álava José Luis Oriol.A pesar de tener 82 años, aceptó liderar el partido afirmando que lo hacía para cumplir con su deber.En 1933 también se produjeron incidentes en Madrid, Zaragoza y Fuencarral, donde resultó herida una joven tradicionalista, María Luisa Leoz.Los carlistas de Álava y Navarra también se opusieron al Estatuto Vasco-Navarro, rompiendo sus relaciones con el PNV.La organización conocida como Comunión Carlista fue liderada por Jesús de Cora y Carlos VIII obtuvo el apoyo del régimen franquista para crear disidencias entre los monárquicos.[6] Durante este periodo destacaron como pensadores carlistas, entre otros, Francisco Elías de Tejada, Rafael Gambra y Álvaro d'Ors.[131] Los partidarios de Carlos Hugo se propusieron asimismo realizar una reinterpretación histórica del carlismo, defendida principalmente por el periodista José Carlos Clemente, en la que también colaboraron otros militantes del partido como Evaristo Olcina, Fernando García Villarrubia y María Teresa de Borbón Parma.[137] También en julio este sector afirmó formalmente la reactivación de la Comunión Tradicionalista,[130] que tuvo fuerza en Sevilla, Valencia y otras zonas.En las elecciones de 1979 el propio Carlos Hugo encabezó la candidatura del Partido Carlista en Navarra, donde consiguió 19.522 votos (7,7 %) pero ningún escaño.[145] La Comunión Tradicionalista se presentó a las elecciones generales de 1979 junto con Fuerza Nueva en la coalición Unión Nacional, obteniendo un escaño por Madrid que ocupó Blas Piñar.[166] En Cataluña el estudio del carlismo contó con las aportaciones de Torras, Fontana o Pascual, pero luego perdió interés.Igualmente se han hecho muchas tesis doctorales que cubren todo el carlismo catalán del siglo XIX.
Pretendientes Carlistas al trono de España hasta la actualidad. Leyenda: Reyes de España legítimos (Azul), Pretendientes carlistas de la rama principal (Amarillo), Rama de pretendientes de la casa Borbón-Parma (Rojo), Pretendientes carloctavistas (Verde)
Escudo tradicionalista con las
flores de lis
, muy usadas por los carlistas como símbolo del legitimismo monárquico.
Senadores y diputados de la minoría tradicionalista de 1871.
Grabado aparecido en el
Illustrated London News
el 10 de mayo de 1873 que representa al
arzobispo de Granada
denunciando a la
República
desde lo alto de su púlpito. Según este semanario londinense, la causa carlista encontraba en toda España inquebrantables partidarios entre el clero.
En 1914 se editaban en España 38 periódicos jaimistas y 9 integristas.
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La prensa tradicionalista y especialmente
El Correo Español
jugó un papel muy importante en la campaña germanófila española durante la
Primera Guerra Mundial
.
Extracto de un artículo del periodista francés Marcel Chaminade en la revista
Marianne
(5/8/1936), donde presentaba la
guerra civil española
como una nueva insurrección carlista, y el carlismo como un movimiento «irreductible», desaconsejando a sus compatriotas intervenir en el conflicto.