Los ultras o apostólicos defendían la restauración completa del absolutismo, incluyendo el restablecimiento de la Inquisición que el rey Fernando VII, presionado por las potencias europeas, no había repuesto tras su abolición por los liberales durante el Trienio.Tenían a su principal valedor en el hermano del rey, Carlos María Isidro de Borbón —heredero al trono porque Fernando VII después de tres matrimonios no había conseguido tener descendencia―, y por eso también se les llamaba en ocasiones «carlistas».[1] Los ultras o apostólicos protagonizaron varias insurrecciones como la de Joaquín Capapé (1824) y la de Jorge Bessières (1825) pero el conflicto más grave que provocaron fue la Guerra dels Malcontents que se produjo en 1827 y tuvo como escenario Cataluña.[6][7][8] Ángel Bahamonde y Jesús A. Martínez han sostenido que las diferencias entre los que ellos prefieren denominar los «reformistas antiliberales» y los «ultras realistas» no eran políticas, pues compartían el mismo objetivo («el mantenimiento del Estado absoluto»), sino de «estrategia».Los «realistas radicales, o ultras», por el contrario, se nutrían del pensamiento reaccionario opuesto a la Ilustración y consideraban las reformas que propugnaban los «moderados», aunque fueran de carácter básicamente administrativo, como un atentado al orden natural establecido por Dios y causante de la «anarquía».«Aspiraban a establecer una estrecha alianza entre el trono y el altar, entendiendo que los intereses del altar [la Iglesia] estaban por encima de los del trono [la Monarquía] y, en consecuencia, las leyes civiles debían atenerse a los principios de la religión (teocracia).[14] Los «ultras» o «apostólicos» tenían su origen en los realistas que combatieron a los liberales durante el Trienio en la guerra civil de 1822-1823.[…] La Iglesia, el Antiguo régimen y ellos tenían en común la enemistad hacia el orden liberal burgués que no había aportado respuestas a sus problemas.[24] Don Carlos no cejó en advertirle a Fernando VII del equivocado camino que llevaba poniéndose «en manos» de «los malos».[1] También le exhortó a acabar con todos los liberales: «Tú haz por extinguir esta cáfila salida del infierno hasta la última raicilla».
«Condenados por la Inquisición», de
Eugenio Lucas
(
Museo del Prado
). La decisión de no restaurar la
Inquisición
fue uno de los motivos, si no el principal, de la ruptura de los «ultras» con los «reformistas».
Retrato de
Pedro de Alcántara Álvarez de Toledo
, duque del Infantado, por
Vicente López Portaña
(1827). El duque fue uno de los ultras más destacados. Entre octubre de 1825 y agosto de 1826 estuvo al frente del gobierno al ser nombrado por Fernando VII Secretario del Despacho de Estado.