Los principales congresos serán los de Aquisgrán (1818), Troppau (1820), Laibach (1821) (que autorizó la intervención austriaca en Italia) y Verona (1822).
La semilla de las ideas liberales y democráticas diseminada por la Revolución Francesa se esparcía por todo el continente europeo.
En efecto, durante la primera mitad del siglo XIX, Europa atravesó un ciclo revolucionario en tres oportunidades: España, Portugal, Nápoles y Grecia fueron el escenario de movimientos revolucionarios que buscaban instaurar monarquías constitucionales al estilo británico, es decir, donde el poder de los reyes se viera limitado por una constitución que estableciera los derechos y deberes de gobernantes y gobernados.
En Francia, la revolución contra el rey borbón Carlos X comenzó en julio de 1830.
Se sancionó una nueva constitución que reconoció el derecho al voto a los sectores más acomodados e ilustrados de la población.
Barricadas y banderas tricolores que evocaban los valores de la Revolución Francesa se desplegaron en todo el París.