Segundo Imperio francés

[1]​ Si bien al principio el Imperio se caracterizó por limitar las libertades individuales y los derechos civiles, censurar la prensa, limitar el poder del parlamento y silenciar a la oposición, progresivamente fue evolucionando hacia posiciones más liberales hasta que en 1869 fue nombrado jefe de Gobierno Émile Ollivier, de tendencias republicanas.

Dicha puesta en escena se vio acompañada, y en parte posibilitaba, por una auténtica bonanza económica en el contexto de la Segunda Revolución Industrial.

Después de su caída, el Segundo Imperio fue ampliamente denostado por los políticos e ignorado por los historiadores, pero, desde los años 1970 vuelve a ser un periodo estudiado y reinterpretado desde una óptica más equilibrada.

[4]​[5]​ Carlos Luis Napoleón Bonaparte, hijo de Luis Bonaparte y por tanto, supuesto sobrino de Napoleón I (hecho demostrado falso recientemente[6]​), se presenta a las primeras elecciones mediante sufragio universal masculino que se celebran en Francia en 1848.

El problema viene al final de su mandato, ya que no puede ser reelegido.

Al igual que el Primer Imperio, este fue contestado por buena parte de la opinión pública.

También le apoyaba la burguesía, que valoraba más el nuevo orden social establecido así como la prosperidad económica de la coyuntura internacional.

En 1867 se concede al Cuerpo Legislativo el derecho de interpelación y responsabilidad ministerial ante las Cámaras.

El elevado porcentaje de ese oro que terminó en Francia permitió la expansión monetaria, la cual estimuló los negocios.

Napoleón III estaba también convencido de las virtudes del comercio libre: confió a Michel Chevalier negociar secretamente con Richard Cobden un acuerdo comercial entre Francia y el Reino Unido.

Napoleón III impulsa el imperialismo francés, no solo con fines económicos buscando materias primas y mercados, sino político, a imitación del Reino Unido.

Mediante el Tratado de Tien Tsin, en 1860, China se ve obligada a abrir sus puertos al comercio francés.

Los nacionalistas italianos se sienten traicionados por Napoleón III, siendo la «cuestión romana» la que crispe las relaciones del gobierno imperial con los católicos.

Inicialmente Napoleón III, aunque no del todo renuente al plan, vaciló en adoptar el compromiso planteado por García Moreno dado que su escuadra en el Pacífico no era lo suficientemente fuerte para enfrentar un adversario como Gran Bretaña, por ejemplo.

En febrero de 1862, una razón mucho más poderosa pesó sobre su ánimo: Francia había iniciado su intervención armada en México, empresa que absorbió todo su interés y culminó con la instalación del imperio francés en dicho país por un breve lapso.

Antes de que Fabre pudiera recopilar toda la información adicional que el canciller Thouvenel le había solicitado, llegó la orden del emperador francés de rehusar el ofrecimiento en términos evasivos y diplomáticos.

Francia, España y Reino Unido envían una fuerza para ejercer presión hacia el pago de la deuda.

El avance imperialista fue detenido momentáneamente, en la batalla de Puebla, ganada por México, bajo las órdenes del general Ignacio Zaragoza.

Ante la situación del Segundo Imperio francés en Europa, Napoleón III se ve obligado a retirar sus tropas en México, por lo que el régimen de Maximiliano I fue derrocado.

El caso es que, en 1870, Napoleón capitula en la batalla de Sedán y es hecho prisionero.

Napoleón III.
Escudo de armas del Segundo Imperio francés.
Otto von Bismarck y Napoleón III tras la batalla de Sedán .