[6] Sin embargo, se presentaba al público con un programa social común, la parte sindicalista del cual fue encomendada a Maximiliano Arboleya.
[7] El manifiesto definía la democracia cristiana como: Para los firmantes, la difusión del catolicismo social era urgente para contarrestar la del socialismo y el anarquismo, pues, según afirmaban: El diario integrista El Siglo Futuro y particularmente el articulista «Fabio», radicalmente opuesto a las ideas del Grupo, lo atacó con vehemencia, alegando que sus doctrinas eran socialistas y atentaban contra el principio de propiedad privada, un derecho natural.
Por esta cuestión, el nuncio Ragonesi, que compartía el parecer de los integristas, acabaría enfrentado al cardenal Guisasola.
[12] Los arzobispos destacaron que para resolver la cuestión social, el Grupo concedía más importancia a los medios humanos, materiales y económicos que a los factores de orden moral y religioso, tendiendo además a la autonomía respecto a la jerarquía eclesiástica,[3] y señalaron que su manifiesto no utilizaba el título de católico, como alentaba la encíclica de León XIII Graves de communi (1901),[3] en la que el papa había empleado por primera vez la expresión «democracia cristiana», definiéndola simplemente como «la acción benéfica, cristiana, en favor del pueblo», sin mayor contenido político.
[16][17] Más tarde, a esta primera lista se fueron sumando otros nombres: Victoriano Flamarique, Manuel Siurot, León Leal Ramos y Manuel Burgos y Mazo, aunque al nombre de este último no se le dio publicidad por ser ministro de Gobernación.