Vivió en Cádiz el nacimiento del liberalismo español, senda que no abandonaría jamás.
Se desconoce con exactitud el papel que en este movimiento jugó Espartero, aunque su unidad en conjunto fue leal al nuevo virrey.
En Salta se reunió Espartero con el general Juan Gregorio de Las Heras, que actuaba en nombre del Gobierno bonaerense.
Aunque obtuvo para el virrey la confianza de la Corona, no pudo garantizar los refuerzos pedidos.
Gracias a la mediación entre otras personas, del liberal extremeño Antonio González y González que sufría exilio en Arequipa, fue liberado tras sufrir dura prisión, pudiendo regresar a España con un numeroso grupo de compañeros de armas.
El general carlista Zumalacárregui había conseguido agrupar las partidas de voluntarios en un ejército bien organizado.
Los cristinos, sin embargo, pasaban por una grave crisis al haber sido cambiados los mandos en varias ocasiones por la propia situación de conflictividad que vivía Madrid.
La impresión de los atacados fue que el grueso carlista era numeroso y, poco a poco, se extendió el pánico entre la tropa, que llegó a huir de manera desordenada hacia Bilbao.
Ese fue el primer fracaso militar de Espartero y las consecuencias de la derrota fueron muy graves, ya que los carlistas ocuparon pocos días después Durango, por lo que les quedó abierto el camino para sitiar Bilbao.
Su valentía y arrojo fueron incuestionables como en el Primer Sitio de Bilbao, que consiguió levantar.
En este repliegue encontró tomada la entrada a la ciudad, con lo que recibió ataques por vanguardia y retaguardia.
Especialmente satisfecho, un oficial envió según sus instrucciones el siguiente Oficio al Gobierno del que se extrae lo sustancial:
Desde Bilbao, Espartero se trasladó por el norte del País Vasco hasta Navarra, concentró y organizó a las tropas, se dirigió al Maestrazgo y se vio obligado a enfrentarse con la denominada Expedición Real encabezada por el pretendiente carlista, último intento de este de conquistar Madrid y obtener la victoria en la guerra.
[6] Aunque en 1826, durante la década ominosa, denunció una conspiración liberal que estaba siendo organizada en Londres por unos «traidores» dirigidos por el general exiliado Espoz y Mina para derribar la monarquía absoluta de Fernando VII, tras la muerte de este, Espartero siempre fue partidario del liberalismo frente al absolutismo.
[7] Sin embargo, nunca puso por escrito su ideario y «su pensamiento político nunca fue más allá de unos vagos pronunciamientos sobre la libertad y las constituciones, así como la lealtad a la monarquía, que pueden resumirse en un lema que él mismo hizo famoso: "Cúmplase la voluntad nacional"».
La madre España ha poco se veía Y rodeada de hijos ambiciosos Del bien particular que los domina.
[13] La entrada en la vida política se produjo tras la victoria de Luchana cuando tanto moderados como progresistas le ofrecieron formar parte del gobierno ocupando el Ministerio de Guerra, pero él se negó porque la Guerra aún no había concluido.
Se le atribuye la famosa frase «A Barcelona hay que bombardearla al menos una vez cada cincuenta años», pero según el historiador Adrian Shubert la frase es «sin duda» un «mito», «legado del nacionalismo reciente»,[15] existiendo un «fuerte culto a Espartero en Cataluña que duró treinta años después del bombardeo de Barcelona».
[16] El entonces coronel Prim, que ya le había acusado de favorecer los tejidos ingleses al no imponerles fuertes aranceles y del que se acabó de distanciar tras el bombardeo, se sublevó en Barcelona; el general Narváez desembarcó en Valencia y marchó a Madrid, donde más tarde se le uniría Prim.
Las nuevas autoridades ordenaron que, de ser hallado en la península, fuera «pasado por las armas» sin esperar otras instrucciones.
[j] En Inglaterra Espartero vivió una vida austera, aunque era agasajado constantemente por la Corte británica y toda la nobleza.
[13] Mientras, en España el editor Benito Hortelano Balvo publicó una biografía por capítulos de Espartero, escrita por Carlos Massa Languinete, que tuvo un enorme éxito.
[19] Sin embargo, durante el retiro en Logroño su popularidad no decayó, como lo destacó el editor de su biografía Benito Hortelano que fue a visitarlo tras su vuelta del exilio y se encontró con su casa rodeada por la multitud, «un inmenso pueblo que día y noche se instaló con objeto de ver al caudillo del pueblo, si alguna vez salía o se asomaba al balcón; una mirada de él hubiera sido suficiente para electrizar a aquella población».
Tras abandonar definitivamente el gobierno del Bienio Progresista, Espartero jamás tuvo intención de volver.
Los años habían hecho mella en su persona y no se consideraba con fuerzas para tan alta empresa.
La ciudadanía y buena parte de la prensa liberal reclamaba al viejo general septuagenario para ser proclamado rey.
Pasó dos días alojado el monarca en la residencia de Espartero y apenas tuvo más contacto con la población que asistir a dos actos protocolarios.
La muerte de su esposa Jacinta lo sumió en un profundo pesar y ya no atendió más que a su propio final.
En la crónica de su funeral, La Ilustración Española y Americana señaló que era «vagamente recordado por el pueblo».
Dejando de lado obras sobre el periodo que, ineludiblemente, citan y deben citar a este personaje histórico, de las cuales puede encontrarse alguna noticia en la ficha que le dedica la Real Academia de la Historia (https://dbe.rah.es/biografias/8928/joaquin-baldomero-fernandez-espartero-alvarez-de-toro), existen una serie de biografías que se acercan a él de forma monográfica y que se detallan a continuación por orden cronológico: Obras literarias La tremenda popularidad del general hizo que el propio Espartero apareciese pronto como personaje en obras literarias, sobre todo en el ámbito del teatro decimonónico, tal como recoge Gregorio L. de La Fuente Monge en un artículo dedicado a tal efecto (“La figura del general Espartero en el teatro decimonónico”, Historia y política: Ideas, procesos y movimientos sociales 29 (2013), 103-138).