El Estado carlista presentaba a principios del año 1836 «...una insuficiencia económica que amenazaba su propia supervivencia».
«En esta situación la posesión de una plaza como Bilbao podría constituir el aval necesario para garantizar los empréstitos e inversiones extranjeras».
El traslado que realizaban los carlistas de prácticamente toda su artillería hacia Vizcaya desde el territorio vasco-navarro que dominaban, evidenciaba sus intenciones de sitiar Bilbao, lo que no pasó desapercibido al mando isabelino, por lo que Baldomero Espartero, jefe del ejército del Norte, había marchado con sus tropas situadas en la frontera sur del Ebro hacia el norte, hallándose al iniciarse el bombardeo de Bilbao en Villarcayo, a 60 kilómetros al oeste.
Por todo ello, no pudo iniciar su marcha hasta mediados de noviembre, llegando a Portugalete el día 25 con sus 14 000 soldados.
Dos días después comenzó su avance hacia Bilbao por la orilla izquierda del río, pero fue rechazado con gran pérdida de efectivos, dado que las posiciones carlistas que se le interponían estaban muy bien fortificadas y defendidas con gran valor.
[6] Pero el avance no tuvo lugar con la rapidez que había previsto, entablándose la más larga batalla de esta guerra.
Continuaron avanzando hacia la parte alta del siguiente barranco hasta el puente de Asúa.
Llegando la noche, Espartero desistió de su intento de franquearse el paso por Asúa y decidió realizarlo al día siguiente por Luchana, lugar situado en la parte baja del barranco, junto al Nervión.
[8] El día 12 inició Espartero efectivamente la marcha hacia Bilbao por la orilla izquierda, pero los temporales habían convertido los caminos en barrizales, quedando atascada la artillería pesada que necesitaba para batir las trincheras enemigas.
En ella decía: «Soldados: vuestra conservación para los gloriosos hechos que os esperan me decidió ayer a retroceder sobre este punto.
No, de ninguna manera no, abandonar la grande obra de salvar Bilbao... os ofrecí conduciros a la victoria cuando me encargué del mando y pereceré antes que privaros del triunfo.
Los carlistas en Luchana, aunque sorprendidos por el imprevisto ataque, defendieron con gran valor sus posiciones, lo que «...dio lugar a que se trabase una contienda singular, la más extraña quizá, la más sorprendente... Furiosamente alternaba el estampido del cañón con los violentos mugidos del huracán embravecido, mezclábase el proyectil del fusil con el que en forma de granizo y con no menor violencia arrojaban las nubes, y en medio de una oscuridad casi completa, la luz de los fogonazos daba un color siniestro a la nieve que cubría todos los objetos.»[14] Los cazadores isabelinos desembarcados consiguieron finalmente desalojar de Luchana a sus enemigos, se tendió junto al puente derruido uno provisional y el ejército de la orilla norte del Azúa repasó el barranco, se encaramó por las laderas del sur del mismo y comenzó a asaltar los fortines de Cabras, San Pablo y Banderas.
Cuando entre los soldados isabelinos se corrió la voz de que su general se hallaba entre ellos, les hizo retomar con fuerza los ataques y hacia las cuatro de la madrugada del día 25, cuando el temporal cesaba un tanto en su crudeza, consiguieron apoderarse del fuerte de Banderas, último que conservaban los carlistas, los cuales iniciaron la retirada, quedando para las tropas isabelinas libre el paso a Bilbao y finalizada la batalla.