En Inglaterra vivía alejado de la política, y dedicado a estudios literarios.
No obstante, en Londres traba estrecha amistad con Don Carlos, quien en 1836, durante la Primera Guerra Carlista lo nombra ministro Universal con el encargo de enderezar su Hacienda, pero no lo consigue pese a suprimir gastos superfluos y constituir un Consejo General de Negocios del Reino.
El gobierno francés le internó con los demás refugiados legitimistas en Bourges y luego (1850) en Montpelier; consolidado el trono de Isabel II, obtuvo permiso para residir en Bayona.
Continuó los estudios vascológicos de Pablo Pedro Astarloa y Juan Antonio de Iza Zamácola, quienes, a su muerte, legaron sus papeles, obras literarias y manuscritos a Erro.
Contestó a estas críticas en 1807 con Observaciones filosóficas en favor del Alfabeto primitivo.