Cuando se restauró el absolutismo de Fernando VII pudo regresar a Madrid donde continuó sus estudios y obtuvo un puesto en la Secretaría de Estado y en el Despacho de Gracia y Justicia.
En 1835 se incorporó al séquito de don Carlos y fue nombrado subsecretario de Gracia y Justicia.
Fue gran amigo y colaborador del obispo de León Joaquín Abarca.
Fue persona de confianza y consejero del príncipe aspirante quien le dio la administración no solo de Justicia sino de los tres ministerios más importantes: Estado, Hacienda y Guerra.
Enemigo y perseguidor de Maroto, intrigante en las conjuras para el asesinato de este, tuvo que escapar y cruzar la frontera cuando Maroto asumió la jefatura del ejército del Norte.