Los alzamientos están liderados por militares absolutistas que habían sido retirados del ejército o incluso procesados.
Esta norma había sido revocada en 1789 por Carlos IV, mediante un decreto que no llegó a promulgarse.
Los progresistas no apoyan a Martínez de la Rosa, al que apodan «Rosita la pastelera».
Aunque Martínez de la Rosa pueda parecer conservador, en su momento fue una auténtica revolución, pues la monarquía renuncia al monopolio del poder.
Las ilusiones liberales se hunden al ver las escasas concesiones que les da la Corona.
Los progresistas no se rinden y utilizan resquicios legales del Estatuto Real para hacer reformas.
Entre las reformas progresistas están la aprobación de algunos derechos del individuo (libertad, igualdad, propiedad, independencia judicial y responsabilidad ministerial).
Los progresistas llegan al poder mediante la insurrección, con revueltas durante todo el verano de 1835 lideradas por las Juntas y las Milicias.
Se crea un nuevo gobierno progresista en el que Mendizábal es solo Ministro de Hacienda.
Entonces se podría realizar la revolución agrícola, con un aumento de rendimiento que produciría excedente para invertir en la industria.
También se elimina el mayorazgo, por lo que muchos nobles mejoran su situación económica vendiendo tierras.
Los que eran sacerdotes son ahora párrocos del clero secular, y a los hermanos legos se les deja en la sociedad civil, sin compensación.
Todas las posesiones de las órdenes eliminadas y reformadas pasan a ser bienes nacionales.
La prensa, de marcada tendencia progresista, no ahorró críticas al Gobierno y se mostró favorable a un sistema más democrático, con un mayor papel del parlamentarismo.
Estas juntas se unieron a la Milicia Nacional y tomaron el control de distintas provincias.
El nuevo presidente del Gobierno fue José María Calatrava, que nombró ministro de Hacienda a Mendizábal, en una línea continuista.
La Constitución de 1837 establece unas Cortes bicamerales: el Senado, designado por la reina; y la Cámara Baja, elegida por sufragio censitario.
En cuanto al modelo social que defienden, es una España mesocrática, de propietarios capitalistas y libre mercado.
Se habían hecho fuertes en el País Vasco, Navarra y Cataluña, fundamentalmente, con un apoyo inicial de unos 70 000 hombres, aunque los alzados en armas eran muchos menos.
El ejército cristino contaba en ese momento con unos 115 000 hombres, aunque solo unos 50 000 se encontraban con capacidad de combatir.
Organizó una Milicia Nacional muy contestada por los moderados que veían en ella el fin del ejército de los notables.
Los moderados se presentaban como los que contenían a los liberales en su afán de destruir la monarquía y el Antiguo Régimen.
Esta regencia viene marcada por dos hechos importantes: en 1840, tras la Primera Guerra Carlista, se da un alzamiento revolucionario que quita a María Cristina de la regencia; y en 1843, con trece años, la princesa Isabel es declarada mayor de edad y empieza a reinar.
En un principio forma parte del cuerpo de ingenieros, pero lo deja porque era muy elitista y no podría ascender.
Su situación económica cambia al casarse con una aristócrata, Jacinta Martínez Sicilia, que también le sitúa en los estratos más altos de la sociedad.
Su objetivo es convertirse en comandante de los ejércitos del norte, cargo al que llega en 1836, nombrado por Mendizábal, tras demostrar su valía en Luchana.
Dichas Cortes declaran mayor de edad con 13 años a la princesa Isabel, que empieza su reinado personal.
Con anterioridad, la regencia había sido desempeñada por el Gobierno en pleno, reunido en Consejo de Ministros, tal y como determinaba la Constitución.
Al mismo tiempo, los generales afines a los moderados O'Donnell y Narváez se habían hecho con el control de buena parte del ejército desde su exilio.
En Andalucía, moderados y liberales se conjuraron para derribar el régimen pronunciándose en su contra.