Regencia de Espartero

[3]​ La Regente se trasladó entonces a Barcelona, donde le ofreció a Espartero la Presidencia del Consejo de Ministros, pero este, para aceptar el nombramiento, exigió que María Cristina no sancionara la Ley de Ayuntamientos.[5]​ El 5 de septiembre, María Cristina ordenó al general Espartero desde Valencia —a donde se había trasladado debido al ambiente hostil que había encontrado en Barcelona— que marchara a Madrid para acabar con la rebelión —que sería conocida también como la «revolución de 1840»—.Diez días después, María Cristina no tuvo más remedio que nombrar presidente del Gobierno al general Espartero «en la esperanza de frenar la marea revolucionaria que se había apoderado del país».[7]​[8]​ Según Josep Fontana, María Cristina «rechazó en Valencia las condiciones que se le exigían y decidió renunciar a la regencia y exiliarse en Francia, no para retirarse de la política, sino para conspirar desde allí con más seguridad», como lo puso en evidencia el fracasado pronunciamiento moderado de 1841, instigado por ella.[9]​ Tras la marcha de María Cristina al exilio, la regencia la desempeñó interinamente el Gobierno presidido por Espartero, según lo establecido en la Constitución de 1837, en lo que se llamó «Ministerio-Regencia», hasta que las Cortes decidieran.A continuación, convocó elecciones a Cortes, que se celebraron el 1 de febrero de 1841 y que dieron una amplia victoria al Partido Progresista, debido en parte al retraimiento del Partido Moderado, lo que desvirtuaba el resultado y desnaturalizaba la esencia misma de un régimen parlamentario y representativo.[13]​ Al parecer de Ángel Bahamonde: «Se había producido la primera fisura importante entre Espartero y el partido progresista».[17]​ Según Juan Francisco Fuentes, «se creó así un círculo vicioso muy difícil de romper: los militares querían cobrar su sueldo, prosperar en su carrera y tener un destino acorde con su graduación.Los gobernantes, por su parte, ya fueran civiles o militares, carecían del valor político para abordar la necesaria reforma del ejército, que exigía una reducción drástica del escalafón, pero al mantener tal estado de cosas, perpetuaban el descontento de los militares y su disposición a participar en todo tipo de aventuras políticas».Las nuevas Cortes iniciaron una intensa labor legislativa que, dada la abrumadora mayoría progresista, enlazó con lo realizado por los Gobiernos del mismo signo presididos por Juan Álvarez Mendizábal y por José María Calatrava en la década anterior.El papa Gregorio XVI protestó por la que consideraba injerencia del Gobierno en materia eclesiástica.Sin embargo, dos decretos limitaron las atribuciones de las tres diputaciones forales vascas.El primero, del 5 de enero de 1841, eliminó el pase foral que hasta entonces permitía a las diputaciones forales no cumplir las leyes del Estado que fueran contrarias a sus fueros.[22]​ El Gobierno de Antonio González González tuvo que hacer frente al pronunciamiento de 1841, organizado desde París por la regente María Cristina con la colaboración del Partido Moderado y protagonizado por los generales afines, encabezados por Ramón María Narváez, y en el que también estaba implicado el joven coronel Juan Prim, a pesar de estar más cercano a los progresistas.Ahora bien: «No es que la "cuestión carlista" fuera la clave del pronunciamiento, pero sí procuró base social y cobertura territorial.[23]​ Por otro lado, la dura represión ordenada por Espartero no acabó con la conspiración moderada, que continuó actuando en la clandestinidad.[27]​ Poco después, en diciembre de 1841, se celebraron elecciones municipales, en las que en algunas ciudades —como Barcelona, Valencia, Sevilla, Cádiz, Córdoba, Alicante o San Sebastián— se produjo por primera vez un ascenso notable del republicanismo.De esta forma nacía y se consolidaba un movimiento radical a la izquierda del Partido Progresista «que aunaba la lucha por la democracia plena, identificada con la república y el federalismo, con la aspiración a una sociedad más igualitaria».[32]​ Entonces, el Partido Progresista propuso como candidato al progresista «puro» Salustiano de Olózaga, pero Espartero designó en su lugar al general ayacucho José Ramón Rodil y Gayoso; un mes y medio después, cerró las Cortes.[37]​ El capitán general, el ayacucho Antonio Van Halen, se vio obligado a ordenar a sus hombres que abandonaran la ciudad y que se replegaran hacia el castillo de Montjuic, sobre la montaña del mismo nombre, desde donde se dominaba la ciudad,[38]​ y hacia la fortaleza de la Ciudadela, al otro extremo de la urbe.[30]​ El repliegue de las tropas gubernamentales fue considerado un triunfo por los sublevados, cuya Junta —presidida por Juan Manuel Carsy y que tenía su origen en la Junta de Vigilancia formada en Barcelona el año anterior— hizo público su programa, que pedía:[37]​Ese mismo día, el general Van Halen, por orden del regente, comunicó que Barcelona sería bombardeada desde el castillo de Montjuic si antes de 48 horas no se rendían los insurrectos.Así: «No es de extrañar la unanimidad que tendrá en Cataluña el levantamiento general contra Espartero en 1843».[46]​[43]​ El 19 de mayo, Espartero nombró a Álvaro Gómez Becerra nuevo presidente del Gobierno.Así, cuando Gómez Becerra se presentó ante la Cámara, fue recibido con gritos de «¡Fuera, fuera!» desde las tribunas.[47]​ La crisis de mayo amplió y unió aún más a los sectores antiesparteristas, a pesar de su heterogeneidad al incluir en ellos desde los moderados hasta los demócratas y republicanos, pasando por la mayoría del Partido Progresista.[50]​ La insurrección se extendió en seguida no solo por el resto de la franja mediterránea y Andalucía —la típica «geografía juntera»—, sino que también se sumaron ciudades del interior donde los moderados predominaban como Valladolid, Burgos o Cuenca y las del País Vasco.[52]​ El 21 de junio, Espartero se marchó a Valencia para dirigir las operaciones contra los sublevados.El 23 de julio, Narváez hacía su entrada en Madrid y restablecía a Joaquín María López como presidente del gobierno.
Evaristo Pérez de Castro , presidente del Gobierno moderado que impulsó la Ley de Ayuntamientos de 1840.
General Valentín Ferraz , miembro de los ayacuchos .
Isabel II, de niña (hacia 1840).
General Diego de León , fusilado por su implicación en el pronunciamiento.
Plano de Barcelona de 1806 con la fortaleza de la Ciudadela , a la derecha, integrada dentro de las murallas. A la izquierda, la montaña de Montjuic .
Retrato del general José Ramón Rodil .