Desde el inicio de la Guerra, los carlistas habían mantenido un predominio militar en las acciones bélicas, siendo el Ejército Carlista el que decidía las acciones bélicas, llegando a campar a sus anchas en algunas expediciones por toda España.
El militar carlista, efectivamente, se retiró y aunque en un principio la herida no revestía gravedad, con el tiempo empeoró hasta causarle la muerte el 24 de junio en Cegama.
Para entonces, las casas civiles, iglesias y hospitales pasaron a ser también uno objetivo de la artillería.
No obstante, Bilbao no quedó liberada de la amenaza carlista: la mayor parte de Vizcaya seguía en manos carlistas y al año siguiente, éstos volverían a establecer un nuevo sitio sobre Bilbao, aunque también fracasaría.
La pérdida de Zumalacárregui, a la larga, sería un duro revés para el Ejército Carlista.