Espartero encomendó al general Leopoldo O'Donnell el ataque de las fuerzas guarecidas en las alturas del Mazo y al brigadier Ramón Castañeda (posterior conde de Udalla) el ataque contra los carlistas que dominaban la Peña del Moro.
Ramales fue batido por la artillería de los isabelinos, superando las fortificaciones carlistas, preparadas durante largo tiempo en dos casas frontales en la carretera.
Al retirarse, el batallón carlista vizcaíno que estaba acantonado en Ramales incendió el pueblo, quedando solo en pie la iglesia de San Pedro, por su parte saqueada, la taberna y tres edificios.
Aunque siguió habiendo presencia de guerrilleros carlistas en la región, que continuaron creando problemas para los lugareños, sucesos como el ocurrido en Ampuero, con amplias pérdidas cristinas, lo certifican.
Decía Amós de Escalante: Por otra parte, aquella lejana batalla dejó su herencia en el saber popular, empleándose el dicho «Fue más gorda que la de Ramales, que bajaba el río tinto en sangre» para referirse a una situación exagerada o excesiva.