[5] Había acogido en numerosas ocasiones las Cortes del Reino y, desde la época de los Trastámara, era frecuentada por la monarquía, atraída por su riqueza cinegética.
Los proyectos inicialmente previstos para estas tres obras no pudieron llevarse a cabo plenamente, adoptándose soluciones menos ambiciosas, ante las limitaciones presupuestarias.
Pero tal vez su proyecto más personal fuese la Casa de Campo, paraje que convirtió en un recinto palaciego y ajardinado para su recreo.
[19][20] Un ejemplo es el Monasterio de la Inmaculada Concepción, en Loeches (Madrid), que, como aquel, presenta fachada rectangular con pórtico, pilastras a ambos lados y frontón en la parte superior.
En 1619, Felipe III finalizó las obras, que había iniciado su antecesor, con un nuevo diseño, firmado y desarrollado por Juan Gómez de Mora.
[25] Su interés por la pintura atrajo hacia Madrid a artistas que, como Zurbarán, Rubens o Velázquez, trabajaron en la decoración de los palacios reales.
[30] La primera fase, correspondiente al núcleo central (Plaza Principal), se concluyó en 1633, solo un año después de realizarse el encargo.
Entre los elementos primitivos que aún se mantienen, cabe citar algunos complejos hidráulicos, como el Estanque Grande y la Ría Chica.
Este último edificio fue erigido como pabellón de caza por Felipe II y resultó completamente destruido en el siglo XVIII.
El templo se debe a un proyecto del hermano jesuita Pedro Sánchez de hacia 1620, iniciándose su construcción en 1622.
Conforme fue avanzando el siglo XVII, los exteriores sobrios fueron perdiendo vigencia y se impuso un estilo plenamente barroco, sin apenas concesiones al clasicismo.
En su interior sobresale la decoración barroca, con especial mención al baldaquino, hecho en maderas, jaspes y mármoles, donde se guarda la talla del Cristo de los Dolores.
Con la llegada al trono de Carlos II (r. 1665–1700), se frenó el ritmo constructor del reinado anterior, sobre todo en lo que respecta a las edificaciones civiles.
Su fachada, labrada en sillares de granito, se estructura en tres niveles horizontales y está rematada por un frontón circular.
En la confluencia de las calles Mayor y Sacramento, se encuentra situado un monumento conmemorativo, que recuerda a las víctimas del suceso.
En ella se encontraba la iglesia medieval de los Santos Justo y Pastor, anterior al siglo XIII, que desapareció en 1690 en un incendio.
Se extienden sobre un terraplén artificial, situado en la parte posterior del citado edificio, que da a la plaza de la Cruz Verde.
[46] En el siglo XIX, se construyó sobre su solar un mercado de 6223 m² (1870–1875), en hierro y cristal, obra del arquitecto Mariano Calvo Pereira.
Un pasadizo voladizo comunicaba este edificio con la iglesia, con objeto de que los monarcas tuvieran acceso directo a la misma.
Según la tradición, en su solar estuvo la casa donde vivió san Isidro, así como el pozo donde tuvo lugar uno de los milagros atribuidos al santo.
Con este nombre se conocía popularmente a una pequeña escultura de la diosa Venus, integrada en una fuente monumental del siglo XVII, que estuvo en la plaza hasta 1838.
Su torre mudéjar, que corresponde al edificio primitivo, y su decoración interior, con especial mención a la Capilla del santo Cristo, son sus elementos más notables.
En los siglos XIX y XX, todas estas construcciones históricas fueron demolidas, excepción hecha del Monasterio de las Descalzas Reales.
El proyecto de crear un espacio ajardinado junto a la fachada oriental del Palacio Real estaba recogido en el plan que Juan Bautista Sachetti presentó al rey Felipe V (r. 1700–1746), antes de que se pusiese la primera piedra del edificio.
Pascual y Colomer ordenó la instalación en este eje de dos fuentes monumentales, con las que realzaba la panorámica del conjunto.
Éste concibió un esquema naturalista, en la línea de los gustos paisajísticos del romanticismo, con trazados irregulares, caminos semiocultos, rutas alternativas, atajos y tramos curvados.
Sigue la dirección este-oeste y, tras salvar un fuerte desnivel, pone en comunicación la calle Mayor con el valle del río Manzanares.
Esta construcción fue erigida durante la dominación islámica de la península ibérica, en una fecha indeterminada comprendida entre los años 860 y 880.
Fue levantada por el emir cordobés Muhammad I (852–886) para asegurar la defensa de Toledo ante las incursiones cristianas procedentes del norte peninsular.
También hay que mencionar su colección de setecientos relicarios, realizados en bronce, coral, marfil y maderas finas, entre otros materiales.