En 1671, su padre contrajo matrimonio con la princesa alemana Isabel Carlota del Palatinado, quien se convirtió en una segunda madre para María Luisa.
Para darnos una idea de cómo era la joven María Luisa, conviene citar las palabras del prestigioso historiador Gabriel Maura Gamazo: Firmada la Paz de Nimega entre Francia y España en 1678, se concertó el matrimonio entre María Luisa y el joven monarca español, Carlos II.
Al principio, María Luisa tuvo dificultades para adaptarse a la rígida etiqueta de la corte española.
No le permitían comer en privado, asomarse por las ventanas, vestir a la moda, hacer fiestas, bailes y reuniones; etcétera.
Como ha demostrado el historiador Ezequiel Borgognoni, el primer ministro Medinacelli y Mariana de Austria procuraron eliminar deliberadamente a los seguidores del fallecido medio hermano del rey y colocar en los puestos claves de la Casa de la reina a personajes cercanos al nuevo gobierno que, hasta entonces, habían sido apartados.
Basten las palabras del renombrado historiador José Calvo Poyato al respecto: Sin embargo, el pueblo y la corte española se desesperaban por la tardanza en la llegada de un heredero, razón por la cual se sometió a María Luisa a algunos métodos inadecuados en su intento de curar su supuesta infertilidad.
[1] Pasaron los años pero la joven pareja real no perdía la esperanza de llegar a procrear hijos.
Entonces, giró su mirada hacia un retrato de la difunta María Luisa y, tras suspirar, exclamó: «Ésta sí que era hermosa».