En esa época se construyó una primera casa porticada, o lonja, para regular el comercio en la plaza.
La plaza Mayor ha sufrido tres grandes incendios en su historia, el primero de ellos en 1631.
El segundo incendio ocurrió en 1672, y fue el arquitecto Tomás Román el encargado de la reconstrucción.
Tras la muerte de Villanueva, fueron continuadas por sus discípulos Antonio López Aguado y Custodio Moreno.
En 1935 se realizó otra reforma, llevada a cabo por Fernando García de Mercadal.
En la década de 1960 se acometió una restauración general, que la cerró al tráfico rodado, sustituyó la teja árabe de los tejados por pizarra y habilitó un aparcamiento subterráneo bajo la plaza.
En 1848 la reina Isabel II ordenó su traslado desde su emplazamiento anterior a la plaza Mayor.
Llegado al trono Alfonso XII, la estatua fue repuesta en la plaza Mayor, pero en 1931, proclamada la II República, fue víctima de un atentado.
Ello desveló un curioso hallazgo: la explosión desperdigó por el lugar numerosos huesecillos, y se supo que eran restos de los múltiples pájaros que, a lo largo de los siglos, se habían quedado atrapados dentro del caballo tras colarse por su boca.
La estatua ha permanecido desde entonces en la Plaza Mayor, salvo en un periodo breve hacia 1970-71, cuando fue temporalmente retirada por la construcción de un aparcamiento subterráneo.
Además es un espacio muy utilizado para festivales, como los conciertos que se ofrecen gratuitamente para los madrileños durante las fiestas de san Isidro.