Madrid ya tenía aires de capital, aunque tuvo que esperar más de un siglo para confirmar esa capitalidad en 1561.
Debido a esto, había representaciones diplomáticas de Túnez, Navarra, Aragón y Francia.
Por este tiempo se produjo una gran peste en la villa que fue tan fuerte que obligó a las embajadas a desplazarse hasta las afueras de la ciudad, a lo que hoy es la glorieta de Embajadores.
[3] Informa el cronista Pedro de Répide que antes de derribarse el portillo de la cerca de Felipe IV y procederse a rellenar el barranco que allí servía de defensa, se encontraba en este paraje un poblado denominado La Llorosa,[4] Cuenta también que en el primer cuarto del siglo xix existía un soberbio almez rodeado de un banco circular, similar a los que en otros lugares de España se usaron como dosel vegetal bajo el que se impartía justicia.
Mejor documentada está la Casa de Baños que en sucesivas instalaciones tuvo número en la glorieta.