Esto permite y favorece una unidad estilística aunque se aprecien las lógicas divergencias debidas a la personalidad de los integrantes.
Otros atribuyen mayor importancia a la figura de Velázquez en su relación con la escuela madrileña.
Muestran estos pintores una gran preocupación por los estudios de la luz y el colorido, destacando en un principio los juegos entre tonos extremos propios del tenebrismo que posteriormente van a ser sustituidos por un colorismo más exaltado y luminoso.
La clientela determina el hecho de que la temática se reduzca casi exclusivamente a retratos y cuadros religiosos.
Aquí están las fuentes o precedentes más inmediatos de la posterior escuela madrileña.
Pero, mientras en las demás escuelas regionales el tenebrismo ha empezado a manifestarse con fuerza pujante, Madrid se retrasa en la asimilación del fenómeno.
Se inicia con el grupo compuesto por los pintores pertenecientes al primer tercio del siglo XVII.
La pintura de Corte (como señalan Diego Angulo Íñiguez y Alfonso Pérez Sánchez) no tiene todavía sus características bien definidas.
Mayores conquistas en este terreno y en lo relativo a la consolidación de la escuela las ofrece Eugenio Cajés.
Pereda y Juan Rizi, cada cual en su estilo, se muestran más fieles a la corriente tenebrista.
Sin embargo, estas dos influencias -flamenca y velazqueña- sumadas a la veneciana, que nunca fue olvidada por la escuela, aparecen frecuentemente superpuestas.
Esta atención a los juegos ilusionistas de perspectiva es una constante en toda la pintura al fresco que tendrá una brillante continuación durante la centuria siguiente.