Mostró una gran precocidad, pues según Antonio Palomino, a los catorce años recibió su primer encargo importante: el retablo de los carmelitas calzados de Toledo (perdido).
[3] Representados los monarcas sentados y en escorzo, atendiendo al lugar alto en que debía ir colocado, no desmerece en calidad de las obras realizadas por otros artistas con destino al mismo encargo, entre ellos el llamado Dos reyes de España de Alonso Cano, a quien en antiguos inventarios del viejo Alcázar estuvo también atribuido este lienzo.
[5] Es a esa clientela a la que se destina su producción compuesta casi exclusivamente por lienzos religiosos, ya sean de carácter íntimo o de grandes dimensiones y elaboración más compleja.
Está firmado en 1641 y lleva una inscripción latina en capitales tomada del Cantar de los Cantares, 2, 5: «ful[ci]te me floribus.
[7] También en 1641 se encuentra firmado el San Jerónimo azotado por los ángeles del Museo Arqueológico Nacional, cuadro recientemente incorporado al catálogo del pintor al proceder a su limpieza y quitarle el marco que ocultaba la fecha y la firma.
[15] Su actividad en estos años es intensa, también como tasador, alcanzando una holgada situación económica.
[18] Se explicaría así el declinar de sus últimos años, al que alude Palomino, hasta morir en la más absoluta miseria en el Hospital General de Madrid (1684).