Plaza del Alamillo

Hay que anotar que, con la aljama como órgano de gobierno, la morería madrileña poseía su propia organización institucional, diferente a la cristiana; los cronistas proponen que en este lugar se reunía el Ayuntamiento árabe en tiempos del califato cordobés de Hixén II.[3]​ Según esta hipótesis, el topónimo resultante provendría del citado vocablo árabe, que, tras el proceso de cristianización y por similitud fonética, terminó convertido en "alamillo".[5]​ No menos legendarias son las catacumbas, pasadizos y cuevas que minan el subsuelo de la plaza y su entorno desde su periodo musulmán, y que partiendo de la casa del Pastor (en la calle de Segovia, junto a los "Caños Viejos"), llegan hasta las inmediaciones del río Manzanares.[6]​ Menos lírica le parece a Unamuno que en sus Paisajes la retrata así: "Más que plaza es un callejón sin salida, enteramente lugareño, con unos arbolillos entecos".[7]​ Por su parte, Emilio Carrere, en su Ruta emocional de Madrid (1935), salva la memoria romántica del lugar en su "Plazuela del Alamillo", cuyos últimos versos se cierran así: La plaza del Alamillo es escenario de la película Tacones lejanos (1991) de Pedro Almodóvar.
Cartel de azulejos en La Plaza de Alamillo.
Vista parcial de la plaza del Alamillo.
Letrero en la calle del Alamillo (Madrid) obra de Alfredo Ruiz de Luna González .