Iglesia de San Andrés (Madrid)

Poco se puede decir con certeza de la primitiva iglesia, existente ya a finales del siglo XII y levantada acaso en un solar ocupado anteriormente por la primitiva iglesia cristiana del Madrid islámico, ya que la jurisdicción de San Andrés se extendía por lo que fue el antiguo barrio mudéjar, posterior morería.

En el siglo XVI se le adosó la capilla del Obispo, luego templo independiente, a la que se trasladó en 1535 el cuerpo del santo por orden del obispo Gutierre de Vargas Carvajal, lo que dio lugar a discordias entre ambas capellanías, hasta que veinticuatro años después el cuerpo retornó a su emplazamiento original.

En 1656 el viejo templo sufrió un desplome, reconstruyéndose modestamente a la vez que se construía la capilla de San Isidro, cambiando su orientación.

La iglesia fue incendiada en 1936 y sobre el solar de la primitiva cabecera gótica se construyó posteriormente la casa rectoral.

Se reconstruyó su interior (1986-90) por los arquitectos J. Vellés, M. Casariego y F. Posada, quienes decidieron realizar una reconstrucción exacta, lo más fiel posible al desaparecido original, mediante un riguroso proceso de investigación.

Algo similar ocurre con Eugenio Llaguno y Amirola, cuando trata este edificio, puesto que su obra está muy próxima cronológicamente a la de Ponz.

Figura muy importante para nuestro estudio es sin duda Pascual Madoz, quien durante los años 1846 al 1850 trabaja en el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar, en cuyo tomo número X establece en 11.960.000 reales el costo total de la capilla, y niega así la cifra de 11 millones establecida muchos años atrás por Álvarez Baena, indica además que no sólo el Rey y la Villa fueron los contribuyentes a sufragar estos dispendios, sino que, además, los virreyes de México, Nueva Granada y Perú contribuyeron con cuantiosas sumas.

Esta influencia de Pascual Madoz se ve reflejada en Mesonero Romanos, quien en su obra El antiguo Madrid.

Paseos histórico-anecdóticos por las calles y casas de esta villa, del año 1861, hace un resumen de lo expuesto anteriormente por Madoz, limitándose a resumir y copiar a éste, ya que en ocasiones dice exactamente lo mismo.

Macho Ortega corrige a Álvarez de Baena, quien argumenta que fue en 1642 cuando se pensó edificar la capilla.

Para rebatir este hecho, se basa en una Cédula Real de Felipe IV, la cual establece claramente que dicho momento fue en el año 1628.

Sin lugar a dudas la labor documental que lleva a cabo Macho Ortega es muy importante, como discípulo de Elías Tormo representa el primer paso para rebatir errores anteriores y base sólida de un estudio más veraz.

Igualmente menciona las virtudes de la vida sencilla llevada a cabo por San Isidro y que habían sido narradas por Juan Diácono.

Lo suceden Juan Beloso y Sebastián Herrera Barnuevo, según él, “secuaz” de Alonso Cano.

Aparece el nombre de Juan Beloso, que no se había citado todavía en las obras anteriores.

Por ello es lógico entrever como a lo largo de su historiografía no se han aportado grandes datos.

Sin embargo lo he querido mencionar por el hecho de que se preocupa por el estado del edificio y le sigue dando la importancia que tiene dentro de la arquitectura madrileña del siglo XVII, procurando que no caiga en el olvido y se acabe derribando, como ha ocurrido con muchos otras obras de interés.

En esta obra no se añaden novedades sustanciales, pues utiliza datos aportados anteriormente por otros autores.

Es necesario destacar que todos estos aspectos ya habían sido tratados anteriormente por Macho Ortega y después por Elías Tormo.

Para Bonet tanto por sus pilastras como por su ritmo y por su cúpula, la capilla se relacionaría más con el hermano Bautista, que con Gómez de Mora.

Rompiendo con esta tónica, será Virginia Tovar quien confiera un nuevo impulso al estudio de la capilla, acudiendo directamente a las fuentes primarias que mencionan datos sobre su construcción.

Sebastián Herrera Barnuevo es el que hace el proyecto para el baldaquino que alberga los restos de San Isidro, que hasta entonces se encontraban en la parroquia de San Andrés, y en ningún momento menciona a Fray Diego de Madrid, como había hecho anteriormente Madoz, Macho Ortega y después Elías Tormo.

Si bien no aporta nada nuevo en cuanto a la construcción de la capilla, hace un pormenorizado estudio del antiguo retablo y aporta importantes datos historiográficos que hacen referencia a fuentes primarias de la obra.

Esta cédula será muy importante para establecer los comienzos del proceso historiográfico de la capilla.

▪ Documentos del Archivo Secretariado del Ayuntamiento de Madrid Si bien estos documentos pudieron ser manejados por los primeros historiadores que estudian este edificio, el primer autor que hace mención a esta documentación es Macho Ortega, quien especifica que varias de las fuentes consultadas para realizar su trabajo, “se encuentran en el Archivo Municipal de Madrid”.

Para ello Tovar acude directamente a las fuentes del Archivo Secretariado del Ayuntamiento, rescatando textos referentes a la obra, para así aportar toda clase de datos, como nombres de arquitectos, fechas, materiales, etc.

Cualquier ejecución no reflejada en el acuerdo inicial debe ser aprobada por la Junta, para que así los maestros puedan llevarla a cabo.

• Contrato a Juan Sánchez, escultor que debe hacer las ocho virtudes para la capilla.

Madoz será el primero que aporte esta información, pero sin especificar de donde lo recoge.

En cambio, Macho Ortega será el primero que deje constancia expresa de este documento, mencionándolo posteriormente Virginia Tovar.

Interior de la capilla de San Isidro en el primer volumen de España artística y monumental (1842). Litografía a partir de un dibujo de Jenaro Pérez Villaamil
Cabecera de la iglesia
Interior de la cúpula y cimborrio