[5] El término «rojo» comenzó a usarse regularmente en idioma castellano durante el siglo XV, en la Edad Media ya existía, pero era de uso poco común.
[9] Al color rojo vivo se le llama en ocasiones punzó, esto a partir del galicismo muy frecuente en la primera mitad del siglo XIX ponceau, nombre francés de la amapola silvestre con pétalos rojos.
El rojo es uno de los cuatro colores psicológicos primarios, junto con el amarillo, el verde y el azul.
El rojo, junto con el verde y el azul, son los colores secundarios en este sistema, es decir que cuando se trabaja con pigmentos de cualquier clase, para obtener rojo se deben mezclar dos de los colores primarios sustractivos (específicamente, amarillo y magenta).
Durante mucho tiempo el rojo tuvo estatus de color primario sustractivo.
[11] En el siglo XIX por ejemplo, el tipo de rojo más usado como primario fue el carmín o carmesí.
Para crear las tonalidades claras y oscuras, se reduce o aumenta la luminosidad.
Así, el color rojo corresponde a la frecuencia más baja de luz discernible por el ojo humano.
Los conos L son las células de la retina que perciben las longitudes de onda lumínicas largas; si son defectuosos, producen una ceguera parcial al rojo, y si faltan del todo producen una ceguera total a este color, o protanopía.
[17] El rojo usado en estos casos es intenso, apropiado para distinguirse en el entorno natural, donde son más frecuentes los verdes, azules y marrones.
También se llamaba rúbrica a los epígrafes de los libros, que solían ser rojos.
En la liturgia católica, el rojo simboliza la sangre derramada por el Evangelio y al Espíritu Santo.
En relación con el Espíritu Santo: Pentecostés y durante la celebración del sacramento de la confirmación, aunque en este último caso también se puede usar blanco.
Actualmente también se usa en las exequias papales, como reminiscencia de que el Papa antiguamente no revestía nunca casulla morada (ni verde).