Epígrafe (literatura)

Los antiguos escritores hicieron poco uso de los epígrafes, pero en el siglo XVI empezaron a prodigarse, continuando con profusión en la centuria siguiente.

Y entre los franceses, apareció por primera vez el epígrafe en el Diccionario de Trevoux.

Algunos autores de esta época que utilizaron epígrafes son: Walter Scott, Lord Byron y James Fenimore Cooper.

Pues bien, en ciertos períodos históricos también se tenía una costumbre similar a esa, pero en relación con los epígrafes de las obras, y esto hoy día tiene su aplicación, ya que así finalmente podría llegar a ampliarse vocabulario y conocimientos sobre lenguas poco conocidas.

En realidad, y si bien lo dicho es cierto, no siempre se pueden usar con esa finalidad los epígrafes expresados en dos idiomas, pues, como bien se menciona en el libro "Historia universal (tomo VII)", no siempre expresan los mismos contenidos en las dos lenguas;[1]​ particularmente en la antedicha obra, se señala que se tenía la esperanza de que una publicación del citado Marini de 1795, fuera la clave para la comprensión de la lengua osca, pero en realidad no fue así, pues en el siglo XIX se demostró que el epígrafe en osco publicado por Marini era un decreto de la ciudad de Bantia, mientras que el otro en latín era una ley romana contra las concusiones.