Los latinos por su parte, tempranamente redactaban prefacios que en realidad podían luego adaptarse casi a cualquier obra.En otro tiempo, los escritores raramente resistían el placer de utilizar el espacio ofrecido por un prefacio, para desarrollar en él sus apologías y sus doctas y floridas consideraciones, y a veces, no se daban cuenta de que se habrían podido lucir mucho más dedicando solamente una, dos, o tres páginas al prefacio, que utilizando para ello un espacio mucho mayor, así entre otras cosas con el riesgo de aburrir o caer en reiteraciones.Comúnmente, los lectores superficiales saltan y no leen los prefacios, al considerarlos genéricamente de bajo interés, aunque los lectores serios, les dedican un buen tiempo, pues así, al leer la obra, tienen en cuenta los compromisos y las orientaciones del escritor.Y también es interesante recordar que, después de haberse referido a las dedicatorias, Voltaire señaló: « Les préfaces sont un autre écueil.Y Jean de Marville afirmaba que, si esa salsa está bien condimentada, bien sirve para crear apetito, así predisponiendo a devorar la obra.